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Actualizado: 20 de mayo de 2025
En la orilla opuesta de aquélla a la que Poldy se había acercado, se alzaba un obscuro y ruinoso torreón. Todo el terreno que circundaba la laguna era húmedo y vicioso. Las emanaciones palúdicas habían ahuyentado las aves de aquel sitio. Las aves no le alegraban con sus trinos y gorjeos como hacían en otros lugares del mismo bosque.
Más valdría, sin duda, que ningún azar volviese a juntarlos nunca: a la desesperación de no poder mirarse ya con los mismos ojos ni sentirse con la misma alma, era preferible la larga pesadumbre de una separación definitiva. El idealismo ardiente que los había unido, alzaba ahora entre ellos una muralla de desolación.
¿Cómo explicar de otro modo decía ufano el parlante el robo de esta joya? Unos conjurados no piensan en robar; ¿qué tienen que ver aquí alzaba la voz, vanaglorioso con la distinción los delitos comunes con los políticos?
En esto sonó el piano, que se alzaba sobre una tarima en medio del café, con la tapa triangular levantada para que hiciera más ruido; y empezó la tocata, que era de piano y violín.
Era un paisaje cuya contemplación revelaba al alma sus excelsas relaciones con lo infinito. Sentose Pablo en el tronco de un nogal, apoyando su brazo izquierdo en el borde del estanque. Alzaba la derecha mano para coger las ramas que descendían hasta tocar su frente, por la cual pasaba a ratos, con el mover de las hojas, un rayo de sol.
Vaciló como si estuviera ebrio, llevándose las manos á la cara ensangrentada, y al intentar erguirse, un puño enorme volvió á caer sobre él haciéndolo rodar por tierra. Aresti, con los pies inmovilizados por el cuerpo del caído, levantó el bastón al ver que se alzaba contra él de nuevo aquel puño que resonaba sordamente golpeando como una maza.
Habían llegado Stein y María, seguidos del pobre pescador, el cual no alzaba los ojos del suelo, doblado el cuerpo con el peso del dolor. Este dolor le había envejecido más que los años y todas las borrascas del mar. Al llegar, se sentó en los escalones de la cruz de mármol. En cuanto a don Modesto, también había acudido, pero con la consternación pintada en el rostro.
Hoy es corto el tránsito por aquel estrecho. Entonces parecía que duraba un siglo. Y la naturaleza circunstante, esquiva hasta entonces al hombre civilizado, que nunca fijó en ella sus miradas dominadoras, se alzaba soberbia en contra de él, procurando atajarle y sobreexcitando su ánimo con la amenaza de mil peligros, ya verdaderos, ya exagerados por la fantasía.
Luego la seguía con gritos de alegría hasta la plazoleta donde se alzaba la casa de D. Félix. Huyósele á éste por completo la tristeza del alma al escuchar las esquilas y los mugidos de su ganado. Salió á la puerta con faz sonriente y comenzó á examinar sus vacas y á charlar animadamente con los dos zagalones que las conducían, haciéndoles mil preguntas y encargos.
Yo alzaba entonces la voz, y dábanme los dos las gracias con una sonrisa, y entre esas lánguidas sonrisas con que se inclinaban hacia mí, pretendiendo ver en el cristal de mis ojos la imagen de su Mauricio, conmovíame el encontrar yo mismo aquella imagen, vaga, velada, casi imperceptible, cual si viese a mi amigo sonreírseme, entre una bruma, en las lejanías.
Palabra del Dia
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