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Actualizado: 10 de junio de 2025


María lo conocía y su orgullo se indignaba, pero como la exquisita cortesía de la duquesa no se desmintió jamás; como en su grave, modesto y hermoso rostro no se había manifestado nunca una sonrisa de desdén ni una mirada de altanería, María no podía quejarse. Por otra parte, el duque, que era tan digno y tan delicado, ¿cómo había de permitir que nadie se le quejase de su mujer?

Como hemos dicho, tenía la costumbre de ir a casa del conde de Mengis los martes, jueves y sábados, para acompañarle a visitar a Antoñita; costumbre que había acabado por hacerse muy agradable a la anciana condesa. Amaury recibiole no solamente con frialdad, sino con altanería.

Yo sentía inusitado ardor en mi cabeza, y la sangre se me inflamaba dentro de las venas. Oyendo a lord Gray, sentime inclinado a abatir su estupendo orgullo, y con altanería le dije: Pues no, no pasará usted. ¡Pues pasaré! me contestó. Yo amo lo recto, lo justo, lo verdadero, y detesto los locos absurdos y las intenciones soberbias.

Recibían la limosna con altanería. El mendigo estaba ungido por las palabras del Rabí, y creían de buena fe que beneficiaban a sus donantes, pues así edificaban su ánima por la caridad. Les hacían la merced de dejarse dar limosna. Una tarde paseábase por las Platerías un hidalgüelo gabacho, cuando le asaltó un mendigo de nobles barbas blancas y aspecto distinguido.

Parece imposible dijo después que basten algunos años para que los ángeles se conviertan en demonios, y los hombres en fieras.... , oye... añadió con altanería , no hagas caso de mis habladurías... dígolo por si se me ha escapado alguna frase que indique disposición a perdonar, blandurillas de corazón u otra cosa semejante, indigna de mi carácter entero y de mi honor.

Después de un gran rato de silencio, consagrado a las devociones, Barbarita se volvía a él diciéndole con altanería impropia de aquel santo lugar: «Vaya, que tu amigo el Sordo nos la ha jugado buena». ¿Por qué, señora?

Y si vuestra altanería no quisiere que se me el prometido gobierno, de menos me hizo Dios, y podría ser que el no dármele redundase en pro de mi conciencia; que, maguera tonto, se me entiende aquel refrán de ''por su mal le nacieron alas a la hormiga''; y aun podría ser que se fuese más aína Sancho escudero al cielo, que no Sancho gobernador.

Pues ¿qué es Parrón, más que un hombre? repuso Manuel con altanería. ¡Á la formación! gritaron en este acto varias voces. Formaron las dos compañías, y comenzó la lista nominal. En tal momento acertó á pasar por allí el gitano Heredia, el cual se paró, como todos, á ver aquella lucidísima tropa.

Pero la fortuna ordenó las cosas muy al revés de lo que él temía. Sucedió, pues, que otro día, al poner del sol y al salir de una selva, tendió don Quijote la vista por un verde prado, y en lo último dél vio gente, y, llegándose cerca, conoció que eran cazadores de altanería.

Al divisar el señorito L'Ambert los bonetes encarnados de nuestros dos personajes, comprendió a qué habían venido, saludolos cortésmente y tomó la palabra con cierta altanería, no exenta de distinción. Caballeros les dijo, como soy el único habitante de este hotel, no temo equivocarme al suponer que me hacéis el honor de venir a mi domicilio. Soy L'Ambert, si me permitís que me presente yo mismo.

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