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Indice de las materias contenidas en este tomo. INTRODUCCION. Despedida de Granada: paralelo entre la Alhambra y la Mezquita de Córdoba: pág. 7. Escitacion al viaje por la tierra de Sevilla y Cádiz: 13. CAPÍTULO I. Primeras impresiones recibidas en Córdoba. Ojeada general sobre su historia. 25 CAPÍTULO II. Catedral de Córdoba. PARTE PRIMERA: la Mezquita. 57

En efecto, habida consideracion á las distancias y proporciones y á los pormenores característicos, nada hay que ofrezca tan rara semejanza en el conjunto como la Vega de Granada con sus serranías, vistas desde la Alhambra, y la llanura de Bogotá, circundada de cerros, contemplada desde las alturas de "Monserrate."

El venerado D. Antonio Gerif, pariente de los destronados reyes de la Alhambra, siguió el camino diciendo estas palabras, acompañado de una inclinación respetuosa del soldado y del muchacho; pues este poder tienen los grandes infortunios de las personas elevadas, que imponen el respeto hasta a los mismos enemigos.

Nuestro encuentro, hoy mismo hace treinta años, fué en la Alhambra..... Allí estaban ya reunidos, soñando también con la gloria, los demás que de cerca ó de lejos habían de acompañarnos en la peregrinación.

Por último, si se la contempla desde la altura superior del Jeneralife, y se recorre todo el terreno circunvecino, la Alhambra aparece al espíritu en toda la grandiosidad de su conjunto que fue, y las apreciaciones varían. Nosotros subimos á la Alhambra en cuatro días diversos, por lados y caminos diferentes, y buscando todas sus faces ó sus puntos de vista.

Retirados a nuestro aposento, y yo más curioso que nunca, y temiendo el espíritu arriscado y de aventuras de mi amigo, me senté sobre el borde de la cama y esperé a que comenzase, como comenzó así su razonamiento: Ayer, al asomar la noche, recogía el fresco por el puente último que lleva el Avellano, y donde viene también a dar la senda que conduce a las espaldas de la Alhambra.

Cuando llegaron los primeros del acompañamiento a la puerta de la justicia, que era la principal entrada de la Alhambra, se fueron derramando, aunque en orden, por aquellas inmensas alamedas de álamos y almeces, hasta que los doce eunucos del Sennaar entraron por las puertas del Alcázar el tesoro, o más bien dicho, la divinidad que conducían.

Burgos del antigua espada del Cid por tantos escrita, Córdoba de su Mezquita, y de su Alhambra, Granada; de sus sepulcros León, Avila del fuerte suelo, Madrid de su hermoso cielo, salud y buena opinión; y de su hermoso Arenal sólo se precia Sevilla, que es vistosa maravilla y una plaza universal.

La Alhambra no es la obra de un pueblo artista, como eran las iglesias góticas de la misma época, sino la obra automática del obrero-esclavo, obedeciendo á un mandato concebido por un amo, á quien dominara el instinto del deleite, el hábito de la autoridad suspicaz, vengativa y sensual.

El enamorado Sultán, por su parte, realizaba en los alcázares de la Alhambra y en los verjeles del Generalife todas las ficciones y sueños de las mil y una noches, derramando riquezas y tesoros, para que aquellas encantadas estancias fuesen aún más dignas de recibir y hospedar a la sin par Híala.