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Actualizado: 1 de junio de 2025
¡Mátame! ¡Seré suya hasta la tumba! ¡Cállate, o te mato! ¡Hasta la tumba! No hay uno solo de mis pensamientos, ni un latido de mi corazón, ni un movimiento de mi alma, ni una fibra de mis carnes, que no sea suya... Yo alcé el arma. La mirada fulguraba, su voz cantaba: En la vida, hasta más allá de la muerte, de él solo... El tiro partió...
No quedareis, ó hijos de mi alma, Esclavos, ni el Romano poderio Llevará de vosotros triunfo ó palma, Por mas que á sujetarnos alce el brio; El camino mas llano que la palma De nuestra libertad el cielo pio Nos ofrece, nos muestra y nos advierte, Que solo está en las manos de la muerte.
Con bos perentoria el gentil infante, Alce su grito en son razonable: Con bos acesoria el grant condestable Con lloro perfeto se muestre pensante: En pos de los dichos el noble almirante Luego responda con bos espantable; E Diego Lopez con bos onorable E Juan de Velasco diciendo adelante.
Artegui se llegó a ella, y vio que su seno se alzaba a intervalos desiguales, como si sollozara. Entre sus dedos saltaban gotitas de agua, cual saltan de la esponja al comprimirla. Alce usted esa cara mandó Artegui. Lucía enderezó el rostro sofocado y húmedo, y a pesar suyo, sonriose al hacerlo.
14 Y la heredaréis así los unos como los otros; por ella alcé mi mano que la había de dar a vuestros padres; por tanto, esta tierra os caerá en heredad. 15 Y éste será el término de la tierra hacia la parte del norte; desde el gran mar, camino de Hetlón viniendo a Zedad;
Mas como no era de presumir que ella por su voluntad se hubiese arrojado sobre mí de aquel modo brusco e inconveniente, pues jamás había hecho daño a ninguna muñeca, creí más probable que de alguna casa me la hubieran arrojado. Alcé la cabeza vivamente. En efecto, el reo estaba de pie en el balcón de un primer piso, suspenso, atónito, consternado. Era una niña de trece o catorce años.
Allí se han descubierto á millares las osamentas del hiparión, del uro, del alce, del rinoceronte, del mastodonte, del mamut y de otros grandes mamíferos que recorrían en lejanos tiempos nuestros campos, y hoy han desaparecido, dejando al hombre el imperio del mundo. Los torrentes que trajeron tales restos, se los llevan pedazo por pedazo, reduciéndolos á polvo.
El último a quien vi fue Izquierdo; le encontré un día subiendo la escalera de mi casa. Me amenazó; díjome que la Pitusa estaba cambrí de cinco meses... ¡Cambrí de cinco meses...! Alcé los hombros... Dos palabras él, dos palabras yo... alargué este brazo, y plaf... Izquierdo bajó de golpe un tramo entero... Otro estirón, y plaf... de un brinco el segundo tramo... y con la cabeza para abajo...
Y que te brinde copa reluciente Y al apurarla llena de embriaguez, En la lengua te pique una serpiente Que se alce enfurecida de la hez.
Un sentimiento de debilidad, un ardiente deseo de estrecharme contra él, se había apoderado de mí. Me sentía tan feliz de estar a su lado que me olvidaba de todo lo demás. Olga, mi querida, mi buena Olguita dijo, habla, ¿qué quieres de mí? Alcé los ojos hacia él.
Palabra del Dia
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