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Actualizado: 14 de junio de 2025


Al entrar, Pepita y yo nos damos la mano, y al dárnosla me hechiza. Todo mi ser se muda. Penetra hasta mi corazón un fuego devorante, y ya no pienso más que en ella. Tal vez soy yo mismo quien provoca las miradas si tardan en llegar. La miro con insano ahínco, por un estímulo irresistible, y a cada instante creo descubrir en ella nuevas perfecciones.

En fin, él nombraba con todo ahínco todas las baratijas e instrumentos y pertrechos de guerra con que suele defenderse el asalto de una ciudad, y el molido Sancho, que lo escuchaba y sufría todo, decía entre : ¡Oh, si mi Señor fuese servido que se acabase ya de perder esta ínsula, y me viese yo o muerto o fuera desta grande angustia!

Y, viéndose así, y que el sayo verde se le rasgaba, y pareciéndole que si aquel fiero animal allí allegaba le podía alcanzar, comenzó a dar tantos gritos y a pedir socorro con tanto ahínco, que todos los que le oían y no le veían creyeron que estaba entre los dientes de alguna fiera.

Belarmino despertó de su meditación para besar y abrazar a su hija, silenciosamente, con ahinco y ternura, todavía más exagerados que de ordinario. Se le humedecieron los ojos. En la tienda reinaba total tiniebla. ¿Enciendo luz? preguntó el aprendiz pelirrojo. Belarmino tardó en responder; le faltaba la voz. No hace falta. Ahorraremos en luz.

¡Tu dixisti! gritó Diógenes con grande ahínco. Y lo repito prosiguió Leopoldina . Pero yo le aseguro a ese indecente que ha de oír de mis labios cuatro palabritas bien dichas... ¡Oh, si yo lo tenía previsto! En el último baile que dio llevaba medias azules de algodón... Como que su suegro tiene en Boston una fábrica.

Contamos, además, con varones respetables y de gran talento que organizan silenciosamente las fuerzas de una rebelión futura. Gillespie quedó asombrado por estas revelaciones. Comprendo, amigo Ra-Ra, que le busquen con tanto ahinco las señoras del Consejo secreto. Resulta usted más terrible de lo que parece con su túnica y sus velos de mujer.

De allí a un instante cayó en medio del concurso un morillo mal andante en sus vestidos, aunque no de traza desagradable, y que llevándose con ahinco una su mano a cierta su oreja, daba a entender claramente ser aquella el asa por donde lo había empuñado, para transportarlo, la suavidad jurídica-militar del capitán Abu-el-Casín.

Y, a las primeras, dio don Quijote una cuchillada a uno, que le abrió un sayo de cuero de que venía vestido, con gran parte de la espalda. Los gallegos, que se vieron maltratar de aquellos dos hombres solos, siendo ellos tantos, acudieron a sus estacas, y, cogiendo a los dos en medio, comenzaron a menudear sobre ellos con grande ahínco y vehemencia.

No podía comprenderlo. Todas las preocupaciones que me servían para olvidarme un poco de mis inquietudes amorosas fueron pronto desechadas al recibir una carta de Genoveva, la hija de Urbistondo. Genoveva me decía que Juan Machín, el poderoso minero de Lúzaro, galanteaba a Mary. Ella no le hacía por ahora el menor caso, pero él la perseguía y la asediaba cada vez con más ahinco.

Un detalle que no se me pudo escapar, fué que los soldados que con más ahinco trabajaban y más esfuerzos hacían, eran los pertenecientes á la raza de color. Y es que ellos no se consideran más que servidores de la patria, teniendo verdadero amor por el ejército y dentro de éste por su compañía ó escuadrón.

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