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Actualizado: 15 de julio de 2025


Sin aguardar más, a mano vuelta, según íbamos caminando emparejados, le dirigí una tremenda bofetada, que le hizo caer sobre los vagones estacionados sobre la vía del muelle. Me pareció entonces que me había dicho la injuria más atroz que a ningún ser humano puede dirigirse.

Durante algunos minutos, orquesta, matronas y parejas ejecutaron a mis ojos una danza sin nombre, y para no caerme, tuve que sujetarme de las colgaduras que me ocultaban. Cuando me repuse de aquel atolondramiento, el brillante salón me parecía velado por un crespón negro, y con gran sorpresa de Juno, fui a rogarle que nos fuéramos inmediatamente, sin aguardar el cotillón.

A media tarde se vistió, aún con mayores atildaduras que el día antes. ¡A casa de su buena amiga sin parar! Llegó sereno, llamó con brío, preguntó lo que es de costumbre; y sin aguardar la respuesta, para ganar tiempo y economizar trámites, dio su nombre y apellido antes que se los pidieran.

Entró Seudoquis, reconoció a Salvador, se abrazaron; pero tanta gana tenía el buen hombre de contar lo que sabía, que sin poder aguardar a que acabaran los saludos, habló así: ¡Ya les hemos cogido! ¡buena caza hemos hecho! ¿Qué? ¿qué ha sido?... ¿una batida de voluntarios realistas?

Vino a sacarnos del pupilaje, y teniéndonos delante, nos preguntaba por nosotros. Y tales nos vió, que sin aguardar a más, trató muy mal de palabras al licenciado Vigilia. Nos mandó llevar en dos sillas a casa; despedímonos de los compañeros, que nos seguían con los deseos y con los ojos, haciendo las lástimas que hace el que queda en Argel viendo venir rescatados sus compañeros.

Contó también el concierto que entre Preciosa y don Juan estaba hecho de aguardar dos años de aprobación para desposarse o no; puso en su punto la honestidad de entrambos y la agradable condición de don Juan. Tanto se admiraron desto como del hallazgo de su hija, y mandó él Corregidor a la gitana que fuese por los vestidos de don Juan. Ella lo hizo ansí, y volvió con otro gitano que los trujo.

Como ocurre siempre que se vive en roce continuo con una persona que empieza á no ser grata, Atilio descubrió casi á diario numerosos motivos de molestia, que exponía á Toledo. Su amigo el profesor pretendía burlarse de él, y no estaba dispuesto á tolerarlo. Un día había tenido que aguardar media hora en casa de su peluquero.

Despojarme yo de la vida sería rechazar con sacrílega soberbia el don que el cielo me ha otorgado: sería infringir monstruosamente la ley eterna y romper el orden natural con la energía de mi voluntad rebelde. No me disculpa el ansia de llegar al bien supremo. No debo ir a él violentamente: debo aguardar a que me llame.

Ciertamente que la señora de Montauron, que tenía por su parte una entrada anual de muy cerca de cuatrocientos mil francos, habría podido muy bien no aguardar la hora de la muerte para dorar un poco el escudo heráldico de su sobrino, pero la dominaba una pasión todavía más decisiva que el orgullo de raza, y esa pasión era el egoísmo.

Este dia á las cinco y media de la tarde dieron parte de verse 10 indios; y habiéndose hecho alto en un bajo, fué la gran guardia á reconocerlos, y viniendo formados con sus lanzas, á distancia de un tiro de fusil hicieron alto, y se adelantaron solo tres, hasta cerca de la avanzada, á la que preguntaron á qué venian y qué buscaban; y sin aguardar respuesta alguna se retiraron á galope, y viéndose con los demas, se huyeron y desaparecieron.

Palabra del Dia

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