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Actualizado: 21 de junio de 2025
Además, a una mujer agobiada, como ella, por las tristezas, le era sumamente fácil ir eslabonando, en la larga cadena de sus preocupaciones, esbozados sentimientos de todas castas; apuntar insinuaciones, conmover hasta con el acento y la actitud... Pero ¿no resultaría esto ridículamente sentimental, impropio de una mujer de su carácter y de sus precedentes, y no produciría, por tanto, el efecto contrario al que se buscaba? ¡Tendría que ver un resultado así! ¡Cabalmente era Pepe Guzmán el hombre cortado para tomar en serio esas farsas de los galanteos románticos del año treinta y siete!
Pero su espíritu de mujer honrada y enferma sabía sobreponerse á esta impresión, y continuaba adelante con cierta altivez vanidosa, con un orgullo de hembra casta, consolándose al ver que ella, débil y agobiada por la miseria, aún era superior á otras.
El lecho de Celinina, con la tierna persona agobiada en él por la fiebre y los dolores, no se apartaba de su imaginación. Atento á lo que pudiera contribuir á regocijar el espíritu de la niña, todas las noches, cuando regresaba á la casa, le traía algún regalito de Pascua, variando siempre de objeto y especie, pero prescindiendo siempre de toda golosina.
Sus antiguos criados en carruaje, ensuciándola con el polvo de las ruedas, y ella, la hija de un millonario, la viuda del doctor Pajares, a pie y humillada por unas gentes a las que siempre había tratado con cierto desprecio. Jamás había imaginado que pudiera ocurrir aquello. Agobiada por las deudas, esperaba la caída, pero no tan honda y lastimosa para su dignidad.
¡Oh calor de la siesta filipina, calor de corazón, calor de fragua, en que hierve en la copa cristalina, con temblores estuosos, hasta el agua! Una suave molicie que alucina irrumpe en nuestra carne, y la cabeza, como agobiada de sopor, se inclina florecida de rosas de pereza. Hay como una decadencia en las pupilas húmedas de pasión; y mientras fiera la luz solar sobre las cosas arde,
Algun dia lo describiré; pero hoy me es imposible; porque me inspira miedo, real y verdaderamente miedo. Vivienda de prodigios y de asombro Donde vive agobiada la memoria, Como el gigante á quien oprime el hombro El peso horrible de su horrible historia.
Toledo, la antigua capital del imperio godo, con su maravillosa catedral y sus palacios suntuosos, que, á pesar de sus ruinas, excitan nuestra admiración; Burgos, cuna del Cid, con sus almenas y torres góticas; la rica Barcelona, no inferior á ninguna ciudad de Italia en sus magníficos edificios públicos y privados; la bella Valencia, recostada en su encantadora huerta, como una reina en un lecho de rosas; Córdoba, la antigua capital de los califas, la puerta de oro por donde se derramaron en el Occidente las artes y el lujo de Oriente; Granada, el castillo encantado y romántico, la Bagdad europea, envanecida con su Alhambra, Generalife y Albaicín y con su fértil vega, cercada de sierras, coronadas de nieve, como de riquísima diadema; Sevilla, en fin, el emporio de las riquezas de América, la primera plaza comercial de Europa, con sus muelles llenos de extranjeros de todas las naciones, y agobiada por el peso de tantas riquezas; con su gigantesca catedral, el templo más vasto del orbe; con la esbelta torre de la Giralda, que se destaca de las tranquilas aguas del Guadalquivir, eran las joyas más preciadas de la bella Península.
Lázaro, que observó largo rato á la dama, notó que lloraba, y que, apartándose de él lentamente, se apoyó en la pared con muestras de gran postración y abatimiento. Pero usted llora dijo, arrepentido de haber hablado tanto y deteniéndola; usted está muy agobiada. ¿Por qué no ha reposado usted? Yo no puedo reposar, yo no puedo dormir murmuró la devota con voz más bronca y grave que de ordinario.
Permaneció la joven por algunos momentos agobiada y como anonadada sobré el tapiz, el cabello en desorden, la mirada fija y seca, agitando una mano por intervalos, con un movimiento de extravío. Fue sacada de aquel abatimiento por algunos ligeros golpes dados a la puerta de su salón. Levantose inmediatamente.
Yo permanecí algun tiempo, sin moverme, sin poderme mover, como si sintiese agobiada mi alma bajo el peso de tantos recuerdos y tradiciones.
Palabra del Dia
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