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Actualizado: 12 de junio de 2025


Dábale pena y terror, y no podía olvidar las últimas palabras que le dijo su infeliz amiga: «Lo primerito que le he de pedir al Señor es que te mueras también, y estaremos juntas en el Cielo». Aunque se tenía por desgraciada, la de Rubín se agarraba con el pensamiento a la vida. Lo que dijo Mauricia era un disparate. Cada uno se muere cuando le toca, y nada más.

Y dejando a don Simón más turulato de lo que estaba, cogía S.E. a otro diputado y le decía algo que pudiera halagarle; mientras a Peñascales le agarraba un disidente, y pintándole con vivos colores la situación de la patria, y ofreciéndole en nombre de su partido torres y montones, ponía al Ministerio y a los ministeriales como trapos de fregar.

909 Decían que por un delito mucho tiempo anduvo mal; un amigo servicial lo compuso con el Juez, y poco tiempo después lo pusieron de Oficial. 910 En recorrer el partido continuamente se empleaba; ningún malevo agarraba, pero traia en un carguero gallinas, pavos, corderos que por ahi recoletaba. 911 No se debía permitir el abuso a tal estremo.

Comprendía que era una ilusión; pero el terror era más grande que mis facultades de análisis, y me agarraba a las piedras hasta hacerme sangre en las manos, y gritaba frenéticamente como un loco. Cuando comenzó a amanecer sentí que mi corazón se aligeraba, y mi pecho respiró con desahogo. La luz venía iluminando el mar, ya calmado y tranquilo.

Días enteros estuvo sin pensar en su adulterio ni en Quintanar; pero esto fue al principio de la mejoría; cuando el cuerpo débil volvió a sentir el amor de la vida, a la que se agarraba como un náufrago cansado de luchar con el oleaje de la muerte obscura y amarga. Con el alimento y la nueva fuerza reapareció el fantasma del crimen. ¡Oh, qué evidente era el mal! Ella estaba condenada.

Una pobre mujer con una muñeca en la mano discutía con el vendedor, mientras su hija se agarraba a sus faldas pugnando por tocar el desnudo monigote, que tenía la cara ennegrecida y una de las piernas quemada. ¡Dámela... la quedo! lloriqueaba la pequeña con balbuceo infantil. Pero la madre dejó la muñeca en el suelo. ¡Si piden tres perros, hija!... Eso es sólo pa los ricos.

El dolor había estrechado aún más el parentesco de sus corazones. A medida que el recuerdo de María se iba haciendo menos grato, hallaba más dulce el cariño de aquella familia y se agarraba a él como a la última tabla, en el naufragio de sus esperanzas. Si dejaba escapar esta tabla, quedaría solo. ¡Solo, solo!

Era más joven que ella, y con el furor de una hembra que se da cuenta de su próximo ocaso, se agarraba á aquel profesional de la hermosura viril que, satisfecho de su persona, dejaba que las aventureras de las estaciones de placer se disputasen el honor de acapararlo, con toda clase de concesiones y sacrificios.

Palabra del Dia

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