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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Sobrevino el primer período crítico de este enlace. Blanca comenzó por ir sola con la madre una noche al teatro. Su marido, que hasta entonces había hecho todos los esfuerzos supremos para acompañarla y mantener alto el pabellón, se resignó por último.

Pero no; lo que llevaba al lado era un buen mozo capaz de defenderla; algo tímido y encogido, eso , con la cabeza baja, como si las palabras que aún tenía por decir se le hubieran deslizado hasta el pecho y allí estuviesen pinchándole. Roseta aún le confundió más. «Vamos á ver: ¿por qué hacía aquello? ¿por qué salía á acompañarla en su camino? ¿qué diría la gente?

Á medida que la conocían, iban tomando confianza, que hubo de tocar no pocas veces en familiaridad. Pedro solía acompañarla en estas excursiones, lo mismo que en los trabajos matinales de jardinería. El pobre debía de aburrirse de un modo lastimoso en aquellas sesiones en que la condesa servía de paño de lágrimas, pero no lo demostraba.

En su confusión, lanzó la mirada, la famosa mirada de héroe niño que parecía pedir auxilio, y Mina dejó de ver la cara cubierta de almidón, para fijarse únicamente en sus ojos implorantes. Desde este día, el gran artista terminó más pronto sus trabajos, para ir á Los Ángeles, donde miss Craven le había invitado á comer, ó para acompañarla en sus interesantes paseos á la hora en que muere el sol.

Leocadia ponía empeño en acompañarla y, a pesar de la pobreza de sus galas, se acicalaba mucho; mas siendo tal afición antigua en ella, no autorizaba otra sospecha.

Hacia la izquierda estaba el aposento que a Isidora se destinaba, el cual tenía una ventana enrejada a la calle, un camastrón de hierro, mesa y dos sillas... La dejaban sola; poco después entraba la celadora, quien, con formas de adulación artera y llamándola señorita, ofreció servirla y acompañarla. Isidora la miraba con repulsión.

A la hora de este, volvió doña Lupe sofocada, diciendo que Samaniego, el marido de Casta Moreno, se hallaba en peligro de muerte y que por aquel lado no podía hacerse nada. Casta no estaba en disposición de acompañarla a ninguna parte.

Pero Obdulia, conducida a la desesperación por el creciente rigor de éste, le dijo al fin de un modo terminante que si en el plazo de ocho días no se decidía a acompañarla al convento, se escaparía de la casa y se iría sola. Gran turbación arrojaron estas palabras en el espíritu del joven excusador. Ayudar tan directamente a cometer una desobediencia le causaba repugnancia.

Por lo demás Julî no tenía mucho que hacer; coser, rezar, acompañarla á misa, y ayunar de cuando en cuando por ella. La joven aceptó con lágrimas en los ojos, recibió el dinero prometiendo entrar al día siguiente, día de la Pascua, á su servicio.

Pero la hilandera sonrió ruborizándose, y ya no hubo más. Todo estaba hablado; no volvieron á decirse que se querían, pero era cosa convenida el noviazgo, y Tonet no faltó ni una sola vez á acompañarla en su camino.

Palabra del Dia

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