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Actualizado: 17 de junio de 2025
Por esto los primeros navegantes, cada vez que al abordar a una isla o una costa de tierra firme eran recibidos por los indios con flechazos y pedradas, antes de tomar la ofensiva llamaban al escribano real, le pedían testimonio de cómo habían sido acogidos en son de guerra, viéndose en la imperiosa necesidad de defenderse; y una vez cumplida esta formalidad papelesca, disparaban las lombardas y arremetían espada en mano.
Los viajeros fueron acogidos en la plaza con inmensa gritería. Todo peñasco en uso de sus extremidades abdominales salió del domicilio en aquella sazón, para regocijar la vista con el espectáculo de la bella comitiva. El obispo era un hombre alto, gordo, con el pelo blanco y la faz redonda, de luna llena, adornada de gafas. El gobernador un hombrecillo enteco, pálido, de ojos hundidos.
Un ilustrado biógrafo del famoso médico Nicolas Monardes consigna los siguientes datos, juzgándolo como docto coleccionista de objetos de Historia natural: «Monardes reunió un museo de objetos naturales constituido por substancias medicinales procedentes de América, que aunque no numeroso, era sumamente notable por lo raro de los ejemplares que coleccionó, y sobre todo, por la novedad que entonces ofrecían unos objetos recién aparecidos en el horizonte científico y acogidos con el entusiasmo que se reciben las novedades que se presentan envueltas entre los esplendores de la grata esperanza de hallar en ellas remedios más eficaces y seguros para combatir las enfermedades que los hasta en aquel día conocidos.
Sus saltos fueron acogidos con un murmullo de aplauso. Todos le admiraban, con esa cobardía colectiva de la multitud temerosa.
Todos los materiales, que le suministra la tradición ó la historia, son acogidos en su plan sin omitir el más leve rasgo.
Contestó el Embajador «que Antonio Pérez y los demás acogidos á Francia, á todos es muy manifiesto que eso fué en tiempo de la guerra y no después de la paz hecha .» Pero un documento de mayor importancia, que no conocieron Bermúdez de Castro ni Mignet, explica con mayor claridad por qué el Duque de Lerma entretenía indefinidamente la solución tan esperada.
Algunas la habían oído en América, otras la habían aplaudido recientemente en Covent-Garden, y todas la conocían, pero ninguna la había visto de cerca y su reputación de artista así como su belleza de mujer hacían que su presentación fuese un verdadero acontecimiento. Marenval y Tragomer fueron acogidos favorablemente.
Palabra del Dia
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