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En medio de la jovial algazara que estas bromas producían, salió Guillermina, esparciendo sobre todos una sonrisa inefable que parecía una bendición. En seguida, cebáronse todos con furia en el tema suculento de la partida del Rey, y cada cual exponía sus opiniones con ínfulas de profecía, como si en su vida hubieran hecho otra cosa que vaticinar acertando.

De este modo expresaba Sola su curiosidad, no acertando a interrogar sin que preguntas mil, inconexas y atropelladas, se enredaran en sus labios, queriendo salir todas a la vez. Todo se ha previsto... afirmó con paternal reposo D. Benigno . Calma, calma.

La Primavera es como fiesta espléndida que dan los espíritus elementales, como sagrada orgía, en que el aire, la tierra, la luz, el agua y cuantas inteligencias o misteriosos genios en el seno de los elementos viven ocultos, lucen su hermosura, se revisten de sus más ricos adornos, y se enamoran, y se acarician, y cantan y bailan. ¡Vaya usted a describir esto sin conocer los nombres de dichos genios, ignorando sus lances de amor y fortuna, y no acertando a distinguirlos bien unos de otros!

Todo esto lo pensaba, lo veía; pero no acertando á expresarlo, se limitó á insistir en su protesta. ¡No!... ¡En nuestro mar, no quiero! Ferragut, á pesar de su carácter impetuoso, adoptó un tono de bondad, como un padre que desea convencer á su hijo fosco y testarudo. Los sumergibles alemanes se limitarían en el Mediterráneo á una acción militar.

Poco a poco fue habituándose y adquiriendo destreza. Lo peor era que la afligía la nostalgia de la calle, no acertando a hacerse a la prolija jornada de trabajo sedentario. Para Amparo la calle era la patria, el paraíso terrenal. La calle le brindaba mil distracciones, de balde todas.

No encontró allí a Balarán y salió en su busca, a fin de vencerle y de vencer su ejército. Internado Balarán en la selva, Babur hubiera tardado en encontrarle o no le hubiera encontrado, si Tiburcio, acertando a presentarse ante él, no se hubiera ofrecido a servirle y no le hubiera servido de guía.

Cuando entró Fortunata, el juego del hilo y de la pelota estaba suspendido, por ley de variedad, y D. Evaristo tenía en la mano su bilboquet, saltando la bola, y acertando muy raras veces a clavarla en el palo. Dos o tres gatitos blancos con manchas grises enredaban sobre el buen señor.

Y al mismo tiempo que el ahijado le besaba de nuevo la diestra, el matador entregó con la otra mano a los dos muchachos un par de duros. El padre tiró de la prole con excusas de agradecimiento, no acertando a expresar en sus confusas razones si el entusiasmo era por el regalo a los niños o por el billete para la corrida que iba a entregarle el criado del diestro.

Hizo un esfuerzo para clavar la espada, y el toro se estremeció dolorosamente, pero siguió en pie, rechazando el acero con un rudo cabezazo. ¡Una! clamó con vocerío burlesco el público de los tendidos de sol. «¡Mardita sea!...» ¿Por qué le atacaba esta gente con tanta injusticia? Volvió a apoyar la espada y pinchó, acertando a dar esta vez en el punto vulnerable.

No acertando a reprimir su admiración amorosa, se acercó con lentitud y cuidado, para que ella no despertase e imprimió dos tiernos besos sobre los párpados y largas pestañas de sus cerrados ojos.