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Actualizado: 20 de mayo de 2025
En los pisos inferiores, debajo de sus pies, en aquel segundo palacio que, adherido al acantilado, descendía hasta el mar, estaban los acuarios, las bestias misteriosas del abismo continuando su existencia entre burbujas de agua corriente, en sus jaulas de cristal.
Además añadió con la voz preñada de lágrimas , su madre de usted no me quiere.... Ha dicho que yo soy una chica mala ... que ando tirando piedras. Su madre de usted no me quiere ... usted tampoco. Sólo mi padre me quería y yo voy a reunirme con él. Y la chica, en un momento de arrebato, se acercó al acantilado con intención de tirarse al mar; yo la cogí de un brazo y la retiré de allí.
La placa de pizarra que conserva los huesos de un animal, ó solamente una ligera huella, nos cuenta la historia de las innumerables generaciones que se han sucedido sobre la tierra en la incesante batalla de la vida: los rastros de huella nos hablan de aquellos bosques inmensos, representados después de su muerte por ligeras capas de carbón; el acantilado calizo, amontonamiento de animales revelados por el microscopio, nos hace asistir al trabajo de las multitudes de organismos que pululaban en el fondo de los mares; los residuos de todas clases nos recuerdan las aguas pluviales, las nieves, los ventisqueros, los torrentes, limpiando los montes como lo hacen hoy y cambiando de siglo en siglo el teatro de su actividad.
La voz del patrón de alto los remos, y la dada por el que mandaba el bote de safa escalas, indicaron la faena de atracar, difícil en extremo por lo terso de la roca, cuyo perpendicular tajo descansaba en un acantilado fondo sobre el que pesaban dos varas de agua. Estábamos bajo la peña.
A los lados del barco el agua producía un murmullo, interrumpido por el estruendo de algún golpe de mar: cuchicheo misterioso y monótono. Las espumas, fosforescentes sobre el lomo negro de las olas, parecían tritones luminosos que nos perseguían jugando. Pasamos por delante de la playa de las Animas. Bisusalde y las casas de Izarte, próximas al acantilado, se veían a la luz de la luna.
El palacio del Museo parecía desdoblarse así como iban descendiendo. Además del edificio á flor de tierra, había un segundo edificio costa abajo, que asentaba sus muros de piedra con grandes ventanales sobre las rocas del acantilado. En una revuelta, el príncipe se detuvo para esperar á su compañera. Descendía lentamente, dejando entre los dos una separación de varios peldaños.
Entre este pueblo y la punta Tagolo hay otro puerto llamado Talaguilong. El seno de Sindangan se halla limitado al E. por la punta Danigan y al O. por la punta Banigan; tiene 17 millas de extensión, es muy acantilado y de mucho braceaje, y profundiza unas 5 millas en la costa. Puerto de Santa María.
Palabra del Dia
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