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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Eso sólo se permite una vez, y no olvide usted que cuando yo quiero que me besen la mano, comienzo por darla voluntariamente... Ya no hay más música; se acabó. Vamos a entretener al niño para que esté quietecito.

En esto no cabe diferencia entre los talentos; pero viene el definir la curva, señalando las condiciones que la forman, y entónces se palpa lo que va de la imaginacion al entendimiento, entónces se conoce ya al jóven negado, al medianamente capaz, al sobresaliente. ¿Qué es la circunferencia? preguntais al primero. Es esto que acabo de trazar.

Como que acabo de llegar de haber dado escolta de honor á don Baltasar de Zúñiga, que va de embajador á Inglaterra. ¡Pero si don Baltasar no se mete en nada! ¿Cómo que no se mete y estaba metido de hoz y de coz en el cuarto del príncipe?

Hazme el gusto, señora Vauberger decía, de dejarme tranquilo con tu Máximo; ¿lo he arruinado yo acaso? ¿Y bien, á qué vienen esas cantinelas? Si se mata, lo enterrarán... y se acabó.

Los ojos del caballero se desviaron bruscamente del clérigo y expresaron malestar. El dar una limosna más o menos crecida nada tiene que ver con la bondad del corazón. Damos lo que nos sobra. ¿Está usted seguro de que si el dinero que acabo de darle me hiciese falta se lo daría?

Tengo motivos para creer que la imaginación es su facultad predominante. Un día que dábamos un paseo por la Moncloa se nos acabó el tabaco. Era otoño. Sindulfo cogió un puñado de hojas secas de chopo, las estrujó y las metió en su pipa. Después dejó errar su mirada por las lejanías de El Pardo, añorando sin duda los bosques vírgenes del Arauco.

Yo la requerí de amores allá en la calle de los Apóstoles y le una sortija de oro que me prometió llevar siempre en recuerdo mío. Al despedirnos me dijo que su pensamiento me seguiría en las guerras y que mis peligros serían también los suyos propios.... Pues acabo de verla. ¡Bah! Estás sobreexcitado con las profecías y los espasmos de mi señora Duguesclín y se te antojan los dedos huéspedes.

A los pocos días, una tarde que Masicas había estado muy melosa, le contó a Loppi muchos cuentos y le acabó así el discurso: Pero, Loppi mío, ya no piensas en tu mujercita: comer, es verdad, come mejor que la reina; pero tu mujercita anda en trapos, Loppi, como la mujer de un pordiosero. Anda, Loppi, anda, que la maga no te tendrá a mal que quieras vestir bien a tu mujercita.

Escuchole Magdalena con la cabeza baja y como absorbida por un pensamiento fijo, y cuando acabó de hablar le preguntó: ¿Vendrá también con nosotros Antoñita?

Era preciso humillarlo: esto no era malo; era un juego; siempre se empieza jugando. Cómo se acaba no lo diré; pero así acabó Adela, como se acaba siempre. La mala suerte de mi amigo quiso que entre tanto marido como llega a una edad avanzada diariamente con la venda de himeneo sobre los ojos, él sólo entreviese primero su destino, y lo supiese después positivamente.

Palabra del Dia

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