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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Dispuestas las imágenes que han de salir en la procesión, y pronta la música en medio de la iglesia, van entrando por la puerta, que cae al patio del colegio, varios muchachos vestidos con sotanillas y roquetes de los acólitos, con los instrumentos y signos de la pasión de Cristo.

Esta poesía ligera, con que concluyen las composiciones de Encina y las de casi todos los poetas posteriores, patentiza especialmente la influencia que los usos religiosos tuvieron en el desarrollo del drama, puesto que hacía largo tiempo que era costumbre de sacristanes y acólitos cantarlas en diversas fiestas de la Iglesia.

¿Cómo llama usted al modo con que se conduce conmigo? dijo. Esto se llama en todos los países del mundo una emboscada. ¡Estaba usted apostado para escuchar y sorprenderme!... ¡Vamos! Llame usted á sus acólitos. Ya es tiempo de que nos veamos cara á cara. El Sorege circunspecto y discreto que ordinariamente se veía había desaparecido.

De estas rentas deberían pagarse todos los gastos de la iglesia, culto divino, salarios de sacristanes y cantores, que también tendrían ayuda de costa por el pueblo para que fuesen maestros de niños, como dejo dicho, los acólitos, que éstos sería bueno lo fuesen de los de la escuela; y así ellos como los maestros y discípulos de la música tendrían obligación de acudir a la iglesia a todo lo que se ofreciese, como que las escuelas habían de estar contiguas a la iglesia.

Satisfecho de que la poetisa le dejase en paz por unos instantes, fué examinando la mesa, con un plato y un cuchillito en las manos. Como el maître d'hôtel y sus acólitos estaban ocupados en atender al público, pudo avanzar entre aquella y la pared, y cortó tranquilamente un pedazo del pastel más majestuoso.

Primitivamente se llamó de la Justicia, porque en ella daba audiencias el vicario general del Arzobispado. Luego la llamaron del Mollete, porque todos los días, después de la misa mayor, el preste, con acólitos y pertigueros, se presentaba en ella a bendecir los panes de media libra o molletes que se repartían entre los pobres.

El Arcediano, en la escalera del púlpito esperaba con los brazos cruzados sobre la panza; cerca de él y haciendo guardia estaban dos acólitos con los ciriales; uno era Celedonio. «¡Secuentia Sancti Evangelii secundum Lucaaam!»... cantó Ripamilán, muerto de sueño y aprovechándose del canto llano para bostezar en la última nota.

Rafael y sus acólitos del ayuntamiento se esforzaban por convencer al cura, pero éste sólo contestaba a su petición preguntando si venía agua de Cuenca. Creo que dijo el alcalde. Ya ve usted que con esto aumenta el peligro y se hace más precisa la salida del santo. Pues si viene agua de allá contestó el párroco, lo mejor es dejarla pasar, y que San Bernardo se quede en su casa.

Aunque en las ordenanzas se previene que para el servicio de la iglesia se destine un sacristán y tres cantores, lo que se practica es que en estos ministerios se ocupan dos sacristanes mayores con otros tres o cuatro menores y diez o doce muchachos para acólitos, con más una infinidad de músicos, que, aunque estos últimos no dejan de ocuparse en otras cosas, siempre es preciso tener algunos a mano para lo que se ofrezca; y no estando prontos, o pareciéndole al cura pocos los que acuden, ya hay riña sobre que se tira a arruinar el culto divino.

Durante la navegación, un día de Navidad, el santo ruega a Dios que le permita descubrir tierra donde desembarcar para decir su misa con la debida pompa, e inmediatamente surge una isla ante las espumas que levanta su galera. Terminados los oficios divinos, cuando San Borombón vuelve al barco con sus acólitos, la tierra se sumerge instantáneamente en las aguas.

Palabra del Dia

bagani

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