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Quiso el mercader seguirla para averiguar dónde moraba y quién era; pero la dama había desaparecido en el laberinto de las estrechas calles. Pintaría luego la novela el furioso enamoramiento de Abu Hafáz y su desesperación durante cinco o seis días, a pesar de mil cuidados y misteriosos asuntos que le preocupaban y ocupaban.

Abu Hafáz, lleno de complacencia, fue ofreciendo ante sus ojos, y poniendo sobre el mostrador, mil extraños primores en joyas y en telas. Ella no se saciaba de mirarlas. Era muy curiosa. El mercader le dijo: Aún no te he mostrado, sultana, lo más espléndido y peregrino que mi tienda atesora. ¿Y para qué lo escondes y no me lo muestras? dijo ella.

Degemos á los sabios la rectificacion de los yerros que necesariamente deben resultar en materia tan complicada. Reyes de Zaragoza. Almondar ben Yahye. 430 Solimán Algiuzami. 438 Ahmed ben Soliman. 474 Jucéf ben Ahmed. 478 Ahmed Abu Giafar. 503 Abdelmalek Abu Meruan. 512 Ahmed Abu Giafar ben Abdelmalek. 540 de quienes habla Zurita en sus anales.

Gláfira tenía un círculo amoratado de la extensión de un dirhem. Más de un año dijo Abu Hafáz tardará en borrarse ese signo. ¿Cómo has de atreverte a volver con él a la presencia de tu antiguo amo? Ya eres mía; pero antes de que se borre la marca con que te he sellado, conquistaré un trono y serás reina conmigo.

Vencido Abu Hafáz, tuvo bastante fortuna y presencia de espíritu para poder escapar con no pocos de los suyos, con lo mejor de su tesoro y llevando a Gláfira consigo. Corriendo mil peligros y venciendo mil obstáculos, llegó Abu Hafáz hasta Adra. Allí tenía diez grandes naves suyas. Se embarcó en ellas y abandonó a España para siempre.

Abu Hafáz tenía naves propias, que iban a los puertos de Levante a proveerse de mercancías. En una tarde de primavera entró en el bazar de Abu Hafáz una dama tapada, acompañada de su sirvienta.

En su rabia, Gláfira insulta a Abu Hafáz y quiere matarle con un puñalito que lleva en la cintura. El la desarma y le paga su beso y sus insultos con un beso de vampiro. Se le ha dado en el blanco cuello; y a la luz de una lámpara, en un espejo de acero bruñido, hace que ella mire la huella que en su cuello ha dejado. Es el sello le dice de que eres mi esclava.

Abu Hafáz se defiende, y si bien capitula y abandona la ciudad, es después de una capitulación honrosa y lucrativa, recibiendo cuantiosa suma por el rescate. Con veinte naves y con unos cuantos cientos de guerreros, Abu Hafáz se dirigió, por último, a Creta.

Y ya que en proyecto se queda, para libertarme de su obsesión y para probarle a usted que si no puedo, quiero darle gusto, voy a poner aquí el proyecto en muy breve resumen. En el reinado de Alhakem I, por los años 218 de la Egira, había en Córdoba un rico mercader llamado Abu Hafáz el Goleith, natural del cercano lugar de Fohs Albolut.

Al saber la determinación de Abu Hafáz, Gláfira se enfurece: dice que la que espera ser reina de Hesperia, de las islas adyacentes y de parte del Magreb, no puede resignarse a ser esposa o amiga de un mercader cualquiera, de un plebeyo renegado de la vencida y dominada raza española. Considera además delirio lo que Abu Hafáz pretende. Pronto llegaría a saberlo el sultán y tomaría cruda venganza.