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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Esto sólo daba por resultado mayor despego en las criaturas mezclado de miedo. En cuanto a Gonzalo, tenía en Cecilia una hermana y una madre atenta siempre a evitarle disgustos, a separarle los abrojos del camino. En ella descansaba, a ella acudía como un niño grande y mimoso, impacientándose cuando no cumplía al instante sus deseos, molestándola más de la cuenta.

Virgen de la Malasia, ramo de flores que argentan con su espuma los roncos mares: tuyos son mis suspiros y mis amores, tuyo el ritmo tembloso de mis cantares. Ya está tu sien radiante libre de abrojos; ya, como ayer, no arrastras veste de ilota, y ya el alba soñada brilla en tus ojos, y tu clámide limpia de manchas flota.

Hay santuario de estos que está en la cumbre de una elevadísima sierra, y con todo, no faltan aún mujeres delicadas que suben allí con los pies descalzos, hiriéndoselos con abrojos, espinas y piedras, por el pendiente y mal trazado sendero. La vida de aquí tiene cierto encanto. Para quien no sueña con la gloria, para quien nada ambiciona, comprendo que sea muy descansada y dulce vida.

Y toda la gente de la huerta, hasta las mujeres y los niños, parecían contestar con sus miradas de mutua inteligencia: «; á verLas plantas parásitas, los abrojos, comenzaron á surgir de la tierra maldita que el tío Barret había pateado y herido con su hoz la última noche, como presintiendo que por culpa de ella moriría en presidio.

Si algún orgullo hay, pues, disculpable, es el que se funda en la aristocracia del talento, y más disculpable ciertamente donde es a toda luz más fácil nacer hermosa, de noble cuna, o adquirir riqueza, que lucir el talento que nace entre abrojos, cuando nace, que sólo acarrea sinsabores, y que se encuentra aisladamente encerrado en la cabeza de su dueño como en callejón sin salida.

Aquí y acullá tal vez se encuentre un paño de muralla casi completo; pero en lo general se únicamente una masa informe, oprimida por su mismo peso, y á la que largos años de paz y de abandono han cubierto de hierbas y abrojos.

La repentina aparición de Ah-Fe la había unido de nuevo con su pasada vida de Fiddletown; la senda recorrida desde aquellos días era por demás triste y sembrada de abrojos; llena de dificultades y de espinas e invencibles obstáculos.

Diez años de abandono habían endurecido la tierra, haciendo brotar de sus olvidadas entrañas todas las plantas parásitas, todos los abrojos que Dios ha criado para castigo del labrador.

El bosque admiró y entusiasmó a la dama por encima de todo. Era una masa de robles añosos donde no penetraba jamás un rayo de sol. El suelo estaba limpio de abrojos, tapizado de césped que convidaba a reposar. Ninguna otra finca de recreo de la provincia poseía aquel regalo, procedente quizá de la primitiva selva donde se había fundado el monasterio que dio origen a Lancia. Quiso descansar un instante debajo de aquella bóveda verde por donde la luz se cernía trabajosamente. Reinaba una paz, un amable sosiego que impresionaba como el silencio y la luz dormida de una, catedral gótica, pero con emoción más dulce. Apoyó la espalda en un árbol y paseó largo rato su mirada asombrada por la espesura. El conde estaba en pie algo más lejos. Ambos permanecieron mudos largo rato. Por fin el caballero sintió, sin verlo, que los ojos de la dama estaban posados sobre él. Resistió algunos momentos la atracción magnética de aquella mirada. Cuando al cabo volvió la suya vio que en efecto le contemplaba de hito en hito con expresión risueña y audaz que le hizo bajar la vista. Amalia soltó una alegre carcajada.

Es tanta la espesura de las cañas, A las hay, que es cosa de gran grima: Y aunque dentro se crian alimañas, Estan tan encerradas como encima. Quien á cortar va cañas, por mil mañas Que tenga, á las veces se lastima, Con puas, con espinas, con abrojos, Y el mal sale mil veces

Palabra del Dia

ciencuenta

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