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Actualizado: 4 de mayo de 2025
El capital triunfante y beatífico estaba compuesto de predios rústicos y urbanos y de valores públicos muy seguros; todo ello, hasta donde cabe en la inestabilidad de los casos, al abrigo de los vaivenes, golpes y reveses de la fortuna.
Pobreza, dice el vulgo, no es vileza, Ni menos hambre ó de otros bienes falta Mas hace venga el hombre en tal bajeza, Y mas cuando la gracia de Dios falta, Que no basta el valor y la nobleza, Que sobre el bajo cobre mal se esmalta: El pobre jamas halla en cosa abrigo, Y así, dice el refran, no tiene amigo.
Vino gente, nos recogió, nos dió abrigo, y aquí nos trajo: al señor, en el estado en que usté le ve, ó poco menos; y á mí, como si nada hubiera pasado, que de algo vale el no ser viejo y haber sorbido mucha desgracia. Lo cierto es, señor, que si el estar los dos vivos no es un milagro de Dios, no he visto cosa que más se le asemeje.
Mostraba entre las puntillas de la camisa sus pobres pechos de tísica, que apenas si se destacaban con ligera hinchazón sobre el mísero costillaje. Era una criada que había dado a luz una niña; una pobre bestia de trabajo convertida en madre por el capricho momentáneo del señorito. La chaquetilla de señora que le servía de abrigo en el hospital era tal vez la única recompensa de su caída.
A las dos subí a mi cuarto para ponerme el traje de rigor, cuando la abuela me hizo sufrir un examen imprevisto. ¿Qué vestido te pones? El gris, corte de sastre. El gris... No, yo preferiría el azul marino con aquella linda pechera que tan bien te sienta. Debajo del abrigo de pieles ligeramente entreabierto, hace muy bien...
Traía puesto un sombrero oscuro, sin velo, un largo abrigo de piel de nutria, y escondía sus enguantadas manos en un manguito de la misma piel. Era esta señora la marquesa de Sabadell, y la otra, en cuya casa se hallaba, era la de Villasis, su amiga íntima.
Chica, murmuró al oido de su vecina la que llamó fantoche á don Timoteo, ¿has visto qué falda? ¡Uy! ¡las cortinas del Palacio! ¡Calla! ¡y es verdad! Pues se llevan todo. ¡Verás como se hace un abrigo con las alfombras! ¡Eso no prueba más sino que tiene ingenio y gusto! observó el marido, reprendiendo á su esposa con una mirada; ¡las mujeres deben ser económicas!
La esposa de Felipe III se dirigió a la antesala y allí dijo a un lacayo: El abrigo de esta señora. No se habló otra palabra. El lacayo entregó el abrigo. María Estuardo se lo puso sin ayuda de nadie, con mano temblorosa. Luego avanzó unos cuantos pasos, y volviéndose de pronto, dirigió una mirada de odio mortal a D.ª Margarita de Austria, que se la devolvió acompañada de una sonrisa de desprecio.
Hija mía, ¿qué es lo que ha pasado por ti? ¿Qué te ha obscurecido así la razón? ¡Mi pobre, pobre y querida niña! Luego se levantó de un salto y buscó con sus manos temblorosas su sombrero y su abrigo. ¡Socorrer! ¡socorrer! ¡arrancar su víctima a la muerte! He ahí el pensamiento que, por el momento, le llenaba el espíritu.
Las misiones de la provincia han sido fundadas sobre los pocos puntos que están al abrigo de las inundaciones; es en ellas donde se han establecido las haciendas para la cria de ganados y para las labranzas.
Palabra del Dia
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