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Actualizado: 20 de julio de 2025
No se levantarán sino á las once, á medio dia ó mas tarde, porque no se han acostado sino á las dos ó las tres de la mañana. Esa es la costumbre. Las puertas de las casas y tiendas se abren lentamente, si son de rango subalterno.
En tan largo espacio de tiempo no había permitido la madre que fuese abierta por nadie la fúnebre alcoba; no había querido abrirla ella misma, porque la miraba como a una tumba y las tumbas no se abren. Pero en aquella ocasión decidiose a quebrantar su propósito. Ya desde París había traído la idea de realizar aquel acto tristísimo.
Figúrate lo que esto representa muchacho. Si tu padre viviera, me comprendería mejor. Se me abren las carites sólo al pensar en la posibilidad de que el dueño de Las Tres Rosas aparezca como un insolvente, como un tramposo, casi como un estafador. Di, muchacho, ¿puedo yo consentir esto? ¿Te parece tolerable?
Sí, ya lo sé, los ricos tienen siempre razón... Cuando abren la boca se les cree por su sola palabra; pero cuando una pobretona como yo quiere decir la verdad, se le cierra el pico diciendo que es una mentirosa... La miseria es la miseria, no hay remedio... Francisco sacó de su bolsillo una moneda de oro y la dejó caer precipitadamente en la mano de la Fleurota.
»Jaime Evrard entró en un regimiento que estaba de guarnición en Saumur. En aquella época mi padre era aún muy joven, de una figura arrogante y simpática, de un valor a toda prueba, y a esto unía gran número de esos talentos agradables que abren a los que los poseen las puertas de todas las sociedades.
Este hombre, educado a la rústica, clérigo de misa y olla, como vulgarmente suele decirse, tiene el entendimiento abierto a toda luz de verdad, aunque carece de iniciativa, y, por lo visto, los problemas y cuestiones que Pepita le presenta, le abren nuevos horizontes y nuevos caminos, aunque nebulosos y mal determinados, que él no presumía siquiera, que no acierta a trazar con exactitud; pero cuya vaguedad, novedad y misterio le encantan.
Mira, Soledad, no hay nada que más me ensanche el corazón que verte alegre y contenta. Cuando te oigo reir, las puertas del cielo se abren de par en par para mí... Pero me hace daño que te pongan tan alborotada las desvergüenzas de ese mono sabio... ¡Me revienta ese tío!... no lo puedo remediar. Luego hazte cuenta que todas esas gracias mohosas las suelta para tu regalo.
El sarampión, el garrotillo... ¡Pues nada te quiero decir de las amas!... ¡qué calamidad!... Luego estás hecha una esclava... Que si comen, que si se indigestan, que si se caen y se abren la cabeza. Vienen después las inclinaciones que sacan. Si salen de mala índole... si no estudian... ¡qué sé yo!...». Jacinta no se convencía.
La gente de trabajo, sola contra todos, peleó contra todos, y contra los nobles, y los mató en la guerra y con la cuchilla de la guillotina. Sangró Francia entonces, como cuando abren un animal vivo y le arrancan las entrañas. Los hombres de trabajo se enfurecieron, se acusaron unos a otros, y se gobernaron mal, porque no estaban acostumbrados a gobernar.
Graves y barbudos santos, alineados con la compostura propia de los círculos celestes aparecen en el centro de este gran Apocalipsis de madera dorada, terminando tan portentosa máquina un Cristo colosal, cuyos brazos, que se abren contraídos por los dolores corporales, parece van á estrechar en supremo abrazo á todo el linaje humano.
Palabra del Dia
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