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Actualizado: 15 de junio de 2025


Después de este bello rasgo, la señora de Laroque, evidentemente muy contenta de misma, volvió á caer en éxtasis sonriendo, y la señorita Margarita continuó de nuevo manejando el abanico con más gravedad. Una hora después llegábamos al término de nuestro viaje.

Y de beber clarete y borgoña, y del mucho comer, se mueren, colorados y gordos, los que se dejan halar en la djirincka, echándose aire con el abanico; los militares ingleses, los empleados franceses, los comerciantes chinos.

Aquí se sonrió Sagrario, contó con los ojos y con el pulgar y el índice de su mano izquierda las varillas de su abanico abierto; y sin cesar en este entretenimiento ni mirar derechamente a su interlocutora, la replicó con acento de indiferencia: Después de todo, ¿qué más le da? ¡Pues me gusta!...

Doña Victorina, toda contenta y entusiasmada, se deshizo entonces en ponderar los méritos de Pelaez, é iba ya á hacer de Isagani confidente de sus nuevos amores, cuando la amiga de Paulita vino corriendo á decir que el abanico de esta se había caido entre las piedras que había en la playa, junto al Malecon.

El arbusto tiene de seis a diez pies de alto y crece más lozano en las regiones cálidas y húmedas. Tiene la forma de un abanico, asemejándose al palmito, siendo así que la calidad de la fibra varía mucho en diferentes localidades, y en esta variación consiste la diferencia del costo del sombrero de Panamá.

Es usted muy desabrido dijo la Marquesa, permitiéndose un tono familiar que empleaba con todos los canónigos menos con don Fermín. Y hasta se propasó a darle con el abanico cerrado en la mano. Quería significar así su deseo de estrechar la amistad algo fría que mediaba entre el Provisor y los Vegallana. Bien lo comprendió y lo agradeció De Pas.

Limitose, con respecto a sumando, a llamarle torpe y hablador, indicando ligeramente la idea de un desagravio, tanto menos doloroso, cuanto que Aldea no había recogido públicamente la ofensa; pero luego, a solas, con el ceño adusto y la mirada triste, abría a su mortificación libre salida, dando desahogo a su pena; arrojaba con desprecio sus alhajas en el sortijero: al no hallar lo que buscaba, cerraba con fuerza los cajoncitos de sus mueblecillos maqueados; recogía como con ira el abanico escurrido hasta la alfombra desde su falda de seda, y, al verlo en sus manos, metía distraídamente los dedos entre las varillas, o desgarraba el país con las sonrosadas uñas.

En los teatros, para comunicarle cualquier noticia, pudiendo hablarle sin obstáculo alguno, prefería emplear un sin número de signos masónicos o señales misteriosas hechas con el abanico, los guantes, los gemelos o cualquier otro utensilio, de lo cual resultaba en ocasiones no poca confusión y perplejidad para Miguel.

¡Rafael, Rafael! exclamó la marquesa. Pero quien quedó asombrado prosiguió Rafael fue todo el mundo, y más que nadie, mi tío, cuando al cabo de nueve meses la Cabeza de Vaca dio a luz un pequeño Santa María, tamaño como un abanico, y que parecía engendrado por una X y una Z, La Cabeza de Vaca se puso más oronda que la de Júpiter cuando produjo a Minerva.

la abrió con el temeroso ruido que produce la rodaja al encajar en el muelle, y se lanzó otra vez sobre su adversario; pero el bandido estaba ya falto de serenidad y quebrantado por el dolor del primer golpe. No supo ser certero y en balde abanicó el ambiente con su mortífero instrumento.

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