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Actualizado: 28 de junio de 2025


De noche se llenaban las calles de la ciudad de jóvenes embozados en sus capas, que salían en busca de aventuras amorosas, daban serenatas á sus amadas ó departían con ellas en las rejas de las ventanas, abandonándose á tiernos coloquios.

Luna se tendió en el sofá, abandonándose a la fatiga al verse solo, después de la larga espera ante la catedral. La vieja que servía a su hermano puso junto a él un jarrito de leche, llenando después un vaso. Gabriel bebió, haciendo esfuerzos por dominar los estremecimientos de su estómago enfermo, que pugnaba por expeler el líquido.

Sin tener mucha imaginación, tenía la bastante para figurarse a su mujer, que no había tenido sino frialdades y desprecios para él, abandonándose en brazos de otro a los vivos transportes de la pasión, y esa imagen, desagradable para cualquier otro, lo era en supremo grado para un hombre vanidoso, altanero, y tan engreído y sanguineo como era el señor de Maurescamp.

»Mientras tanto, mi madre contaba impacientemente las horas sin recibir ninguna noticia consoladora y abandonándose a toda la amargura de sus temores, menos terribles que la verdad, cuando un tumulto confuso que subía de la calle, el redoble de un tambor periódicamente interrumpido, y el rumor sordo de los pasos de un piquete... Perdone usted, señor Gastón, que llore delante de usted, me costaría demasiado contener mi dolor... La pobre escucha con ansiedad, corre, baja velozmente la escalera, atraviesa la plaza, empuja a la multitud, llega al destacamento, mira, lanza un grito y cae.

El, abandonándose a este dulce balanceo, se durmió por completo; mientras que Melia, reteniendo su aliento, y separando los negros cabellos que ocultaban la despejada frente de su amante, tan pronto depositaba en él un beso, tan pronto pasaba un dedo afilado sobre sus espesas cejas que se contraían convulsivamente aun durante su sueño. Capitán, todo está dispuesto dijo Zeli entrando.

Desde entonces, los de Pacheco y la Puente se frecuentaron muy poco, abandonándose enteramente antes de acabarse el siglo, y quedaron como únicos teatros de Madrid los dos mencionados, pertenecientes, como hemos dicho, á las cofradías.

En su corazón no cabía, no era posible que cupiera la duda, después de oírla; y si la voz de un demonio atormentador resonaba internamente para recordarle el deber social de no darse por satisfecho, él parecería como que aplazaba para más tarde la investigación de la evidencia en aquel asunto, abandonándose por entonces á la efusión consoladora del afecto que sentía tan vivo como antes.

Se le ve agitar sus patas y antenas á la desesperada, se mueve y retuerce en todas direcciones, pero en cuanto ha sentido la invencible atracción, cuando ha empezado á describir con la masa de agua la gran curva de la caída, cesa repentinamente todos sus movimientos abandonándose á su destino.

Palabra del Dia

rigoleto

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