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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Sin embargo, cuando el observador alcanzaba a notar la irregularidad de su mirada, quedaba por lo general incapacitado para criticarla y no faltaba quien pretendía que la mancha de su mejilla le añadía mayor seducción y donaire.
Y añadía, creyendo haber sido demasiado indulgente: «Además, esas aventuras... no deben tenerse en casa.... Pregunta a Mesía». Era su madre quien había iniciado al Marquesito en el culto que tributaba al Tenorio vetustense. La Marquesa, viendo incorregible a su hijo, tomó el partido de subir siempre al segundo piso tosiendo y hablando a gritos.
Aunque estos libros añadía el fámulo son sólo rudimentos y preparativos para iniciación más alta, nadie consiente por acá que se comuniquen a los europeos, cuya inteligencia carece de la sólida madurez que para comprenderlos se requiere. Sólo dentro de tres siglos y pico, podrán ser y serán traducidos, leídos y semi-comprendidos en Europa por algunas pocas almas excepcionalmente superiores.
Ustedes no lo han de creer, pero para ella el general San Martín fue toda la vida un bruto. Y añadía como encantado: Figúrense ustedes, el Libertador de América, uno de los primeros generales del mundo. Pero mi abuela, es claro, la pobre no lo apreciaba sino por su vida en familia.
Y no es extraño añadía la señora , porque usted también, Fabrice, tiene tipo español... ¿Está usted seguro de no serlo?... Recuerdo haber visto en San Sebastián, hace dos o tres años, un torero que tenía con usted extraordinario parecido. Eso es muy lisonjero para mí, señora, pero crea usted firmemente que mi único parentesco con aquel diestro, es la común descendencia de Adán.
A esto se les añadía el cuidado de tomar lengua de los Chiquitos, del camino y de á dónde caían aquellas Misiones; y los infieles, de industria, les daban mil nuevas felices que venían á parar, por último, en burlas y befas; y Dios, cuyos juicios son inescrutables, no permitió el que se les ofreciese reconocer la playa hacia el Norte, donde el P. Juan Patricio Fernández había dejado algunas señales, por las cuales se pudiesen encaminar á la Reducción de San Rafael.
Hablaba de ella bajo mil nombres imaginarios, los grababa sobre la corteza de los árboles y sobre la arena, y a veces añadía el mío. Si algún tiempo después acertaba a pasar por el mismo sitio y veía aún aquellas cifras, entrelazadas, palpitaba de alegría como si fuese ella quien las hubiese escrito.
Ahora añadía á sus triunfos corporales cierto prestigio de hombre de ciencia, dedicándose á la aviación, volando casi todas las semanas, y frunciendo el ceño con aire misterioso cuando alguien hablaba en su presencia de problemas de mecánica.
Francisco Montiño no encontraba otra salida al pasmo que le causaba todo aquello, mas que encogerse de hombros y decir: ¡Y yo que hubiera jurado que la reina era una santa! Y luego añadía, en una reacción de la razón y de la voluntad: No, no, señor, es imposible, imposible de todo punto; yo estoy soñando ó me he vuelto loco.
Palabra del Dia
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