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Actualizado: 16 de junio de 2025


Un pez que pasa como un dardo da al conjunto de las vibraciones la forma de un óvalo muy prolongado; el insecto flotante que se mueve por impulsos sucesivos, deja tras dos estelas oblicuas en las que se encierran círculos desiguales; otro bicho, una abeja tal vez caída de un árbol, se deshace dando vueltas agitando sus alas con tal rapidez que el agua se riza con una miríada de líneas vibrantes, entrecruzando sus innumerables círculos: el insecto que se agita con tanta viveza, es lentamente arrastrado por el curso del arroyo y á veces lo vemos desaparecer repentinamente; es que un pez, con rapidez incomparable, acaba de tragarse al insecto, cesando todo su cortejo de líneas circulares.

¿Has visto cara más hermosa, Roger? preguntó Gualtero apenas se apartaron de la puerta de Pisano. ¡Qué ojos, qué perfil divino! No puedo negar que es bella. ¿Pues y aquel color moreno de las mejillas y los negrísimos rizos que circundan el óvalo perfecto de la cara? ¿Dónde me dejas los ojos? De mirada tan clara y tan profunda á la vez; tan inocentes al par que tan expresivos....

Su espesa y rubia cabellera ondeaba en tirabuzones a la inglesa. Sus ojos pardos y grandes, su nariz, sus dientes, su boca, el óvalo de su rostro, eran modelos de perfección; su gracia, incomparable.

Ulises, que no podía moverse, vió con el rabillo de un ojo que la que llegaba era una mujer, y que esta mujer se parecía á Freya. ¿Era realmente ella?... Tenía el mismo rostro, los cabellos rubios, los ojos negros y orientales, igual óvalo de cara. Era Freya y no era, como dos gemelas repetidas exactamente en el mismo molde físico guardan siempre un aire indefinible que las diferencia.

Pero hay sobre los párpados recaídos tanta sombra, es tan puro el óvalo de su rostro, que de pronto experimentas un sobresalto: es el miedo de profanar con un deseo, acaso principio de una pasión tan profunda como imposible, la religiosidad del santuario.

La boca, en que el labio superior ligeramente contraído daba a la fisonomía cierto aire desdeñoso y triste, dejaba ver unos dientes blancos, menudos y apretados. El óvalo del rostro era gracioso y severo al mismo tiempo. La mirada triste con la falsa resignación del hastío.

Lleva los cabellos en dos lucientes cocas; sus mejillas están amapoladas; sus pechos palpitan descubiertos; un gran brial de seda blanca cae sobre el césped y forma a sus pies un remolino airoso. Esta litografía está encerrada en un óvalo bordeado de un estrecho filete de oro; el óvalo destaca en una amplia y cuadrada margen blanca, y el cuadro todo está ceñido por un ancho y plano marco negro.

El negro crespón que sombreaba su frente, sin ocultarla del todo, dejaba ver unos ojos rojos en que ya no había lágrimas y un rostro marchito, óvalo perfecto en que se veía, por decirlo así, incrustada una conmovedora expresión de dolor eterno. Al pasar ante el hermano, saludóla este con muestras de gran respeto, y la beata, ansiosa siempre de noticias, preguntóle su nombre.

En cuanto a la niña, espigadita para sus once años, hería el corazón de Julián por el sorprendente parecido con su pobre madre a la misma edad: idénticas largas trenzas negras, idéntico rostro pálido, pero más mate, más moreno, de óvalo más puro, de ojos más luminosos y mirada más firme. ¡Vaya si conocía Julián a la pareja! ¡Cuántas veces la había tenido en su regazo!

Formaba su rostro el mismo óvalo perfecto, con la barba un poco saliente, los ojos pardos hermosísimos, el cabello castaño, encrespado en artísticos remolinos naturales sobre una frente ancha y nobilísima, que parecía hecha expresamente para ceñir los laureles de una corona.

Palabra del Dia

rigoleto

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