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Actualizado: 13 de noviembre de 2025
Don Alonso, caballero de Olmedo, ama á Doña Inés y es amado de ella; pero el padre de ésta quiere casarla con un cierto Don Rodrigo. La intriga camina, pues, natural y favorablemente, cuando el drama se convierte en trágico de improviso, en oposición con su anterior índole.
Pero de todas maneras, parece evidente que una obra que debe contener la exposición de materiales casi inmensos, juntamente con juicios de la índole más varia, si en un principio se estimaron bastantes tres tomos para comprenderla, al fin habría de extenderse hasta llenar por lo menos otros diez ó doce.
Esto, sin ofender a nadie en particular; líbreme Dios. No hay viajero peninsular que al recordarle a Sarrió no afirme lo mismo con más o menos energía, según la índole de su temperamento.
Otras muchas, que entretejen también sucesos, sin enlace estrecho y á modo de novela, y que, por su índole romántica, pertenecen á la misma categoría, muestran más arte en la traza y ejecución de su plan dramático.
Yo no abrigo la pretension de juzgar con entera exactitud la Inglaterra: ni la índole de este libro se acomoda á un detenido estudio de su civilizacion, ni he vivido bastante tiempo en su seno para poderla apreciar con pleno conocimiento de causa.
No puedo creer que cometiese semejante necedad. Ni yo tampoco. Aun cuando era su única hija, y la depositaria de toda la historia de su vida, había una cosa que me ocultaba persistentemente, y era la índole de su secreto. Algunas veces he abrigado la sospecha de que tal vez no era muy honorable; que probablemente sería uno de esos que un padre no se atreve a revelar a su hija.
En esto hay que contar con la índole, con el esqueleto espiritual, con esa forma interna y perdurable de la persona, que suele sobreponerse a todas las transfiguraciones epidérmicas producidas por la enseñanza; pero con respecto a Fortunata, ninguna de las madres, ni aun las que más de cerca la habían tratado, tenían motivos para creer que fuera mala.
Hay poblaciones enteras que no viven de otra cosa; y acaso en mucha parte debe atribuirse la índole dulce y laboriosa de los Suizos al hábito de cuidar con esmero los árboles, admirarlos repletos de flores y aromas y recoger sus frutos al lado de muy numerosas colmenas.
Si oís la explicacion en que él señala las causas, estas no son otras que la injusticia de los hombres, la envidia que no puede sufrir el resplandor del mérito ajeno, el egoismo universal que no consiente el menor sacrificio ni aun á los que mas obligacion tenian de hacerle, por parentesco, por amistad, por gratitud: en una palabra, el infeliz es una víctima contra quien se ha conjurado el humano linaje, obstinado en no reconocer el alto mérito, las virtudes, la bella índole del infortunado. ¿Qué habrá de verdad en la relacion?
El hombre, por el contrario, el hombre habla y escucha; el hombre cree, y no así como quiera, sino que cree todo. ¡Qué índole! El hombre cree en la mujer, cree en la opinión, cree en la felicidad... ¡Qué sé yo en lo que cree el hombre! Hasta en la verdad cree. Dígale usted que tiene talento. ¡Cierto! exclama en su interior. Dígale usted que es el primer ser del universo.
Palabra del Dia
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