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Todas las clases o grupos sociales tienen derecho a ser representados en las legislaturas para trabajar por las leyes que afectan a sus intereses; los comerciantes pueden eligir a uno de ellos, lo mismo los agricultores, los obreros y los industriales; pero a las mujeres, que no son meramente un grupo sino un compuesto de grupos, con representar la mitad de un país, con propios intereses que sostener no sólo en relación a su sexo sino también en relación a su situación dentro de la familia, no se les permite votar y por tanto no se les permite tener una representación que sostenga aquellas leyes o medidas necesarias para su protección y mejoramiento. ¿Es esto justo? ¿Es siquiera moral?

Nos aterrorizamos ante la idea de que los impulsos de la mujer, su fanatismo, su criterio cerrado, según unos, su debilidad o falta de carácter, según otros, su poca preparación o poca cultura, según otros más, hagan del derecho de sufragio una mera farsa o una comedia ridícula por la que han de entrar a tener predominio elementos o intereses privilegiados.

No hay razón para que el sufragio sea un privilegio de sexo, puesto que los deberes de ciudadanía pesan tanto sobre el hombre como sobre la mujer. ¿Es que la mujer, por serlo, está menos obligada a velar por los intereses de la Patria, por la felicidad y el porvenir de su país?

Pero lo menos debe tener aquéllos derechos fundamentales que, como el voto, requieren nada más que inteligencia y capacidad para ejercerlo, a fin de que pueda tener alguna voz en la decisión de sus propios destinos y librar por misma las batallas que exigen su honor, su libertad y otros tantos intereses que descuídan o ignoran los hombres en virtud del indisputado monopolio ejercido por ellos sobre los negocios públicos.

El trabajo de las mujeres puede ser explotado en fábricas y talleres, la virtud de las mujeres puede ser objeto de tráfico en el mercado, y, sin embargo, la mujer no puede defender directamente los intereses de su sexo por una de esas aberraciones del sentido moral proveniente del grosero egoísmo, de la brutal tiranía del hombre. ¡Si al menos las mujeres estuvieran exentas de cumplir las leyes!