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A cabo de tres días yo torné en mi sentido y vime echado en mis pajas, la cabeza toda emplastada y llena de aceites y ungüentos, y espantado dije: "¿Qué es esto?" Respondióme el cruel sacerdote: "A fe que los ratones y culebras, que me destruían, ya los he cazado." Y miré por y vime tan maltratado, que luego sospeché mi mal.

Un marino que se dejó engañar, dice: «Vime como en la sima de un enorme cráter de volcán; á nuestro alrededor nada más que tinieblas, arriba un rayo de luzEs lo que se llama en términos técnicos: el ojo de la tempestad. Una vez metido en la empresa, no es posible volverse atrás; no podéis desasiros.

Tal te la Dios!", decía yo paso entre . A cabo de tres semanas que estuve con él, vine a tanta flaqueza que no me podía tener en las piernas de pura hambre. Vime claramente ir a la sepultura, si Dios y mi saber no me remediaran.

A cabo de tres semanas que estuve con él, vine a tanta flaqueza, que no me podía tener en las piernas de pura hambre. Vime claramente ir a la sepultura, si Dios y mi saber no me remediaran. Para usar de mis mañas no tenía aparejo, por no tener en qué dalle salto.

Víme solo en el mundo, y en ocasión en que una linda aragonesa, hija de un diputado a cortes de Cádiz, recogiéndome y ocultándome en su casa, cubierto de heridas, me salvó la vida por una rara combinación de circunstancias.

A cabo de tres días yo torné en mi sentido y vine echado en mis pajas, la cabeza toda emplastada y llena de aceites y ungüentos y, espantado, dije: "¿Qué es esto?" Respondióme el cruel sacerdote: "A fe, que los ratones y culebras que me destruían ya los he cazado." Y miré por , y vime tan maltratado que luego sospeché mi mal.

Vime harto y contento con el segundo amo y con el nuevo oficio; mostréme solícito y diligente en la guarda del rebaño, sin apartarme dél sino las siestas, que me iba a pasarlas, o ya a la sombra de algún árbol, o de algún ribazo o peña, o a la de alguna mata, a la margen de algún arroyo de los muchos que por allí corrían.

Vime con ganas de cenar y sin qué poder llegar a la boca, salvo agua fresca de una fuente que allí estaba; no supe qué hacer ni a qué puerta echar; lo que por una parte me daba osadía, por otra me acobardaba; hallábame entre miedos y esperanzas, el despeñadero a los ojos, y lobos a las espaldas; anduve vacilando; quise ponerlo en las manos de Dios; entré en la iglesia; hice mi oración, breve, pero no si devota; no me dieron lugar para más, por ser hora de cerrarla y recogerse.

Estaba el servicio a mi cabecera; vime forzado, a intercesión de mis narices, a decirles que mudasen a otra parte el vedriado. Y sobre si le viene muy ancho o no (como si me hubieran tomado la medida con el bacín), tuvimos palabras. Usé el oficio de adelantado, que es mejor a veces serlo de un cachete que de un reino, y metíle a uno media pretina en la cara.