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Y si de este modo han oprimido todos estos lugares los infieles del Chaco, descendientes de los que apostataron de la fe y del servicio de los españoles, sin que después de cien años los hayan podido reducir por armas, siendo sólo muy pocos los que después de infatigable trabajo y derramamiento de sangre han conquistado los Jesuitas con el Evangelio, qué no deberemos temer si todos los pueblos del Paraná y Uruguay y en su compañía todos los infieles vecinos de las naciones de Charruas, Minoanes Boanes y Guanaos se levantan y amotinados volviesen contra todas estas ciudades, siendo las primeras al encuentro las del Río de la Plata; ¿qué número de españoles podrá resistir á tan crecido número de indios, que sin ponerse en campaña, sólo con asaltos nocturnos no dejaran lugar que no talen, ni españoles que no degüellen?

Por más que talen los apóstoles del racionalismo el árbol de la fe, si tiene este sus raíces en buen terreno, esto es, en un corazón sano y ferviente, ha de echar eternamente ramas vigorosas y floridas que se alcen al cielo. Pero don Federico dijo la tía María mientras este se entregaba a las reflexiones que preceden , todavía a la hora esta no nos ha dicho usted qué tal le parece nuestro pueblo.

Si recordamos que en la primera mitad de este siglo hubo en Andalucía foragidos como el Tempranillo, el Chato de Benamejí, el Cojo de Encinas Reales, Navarro y Caparrota, y que teniendo cada cual una cuadrilla de diez ó doce hombres á lo más, en campo raso, donde, si á veces el terreno es quebrado, no hay selvas tupidas ni lugares pantanosos, todavía burlaron las persecuciones y se sustrajeron durante largos años á las batidas que dió el poder público para cazarlos, no debemos extrañar que, á pesar de nuestro valeroso y valiente ejército, recorran la isla Antonio Maceo, Máximo Gómez y otros malhechores, con disfraz de patriotas, y que talen, incendien y saqueen sin que se haya logrado aún capturarlos é imponerles el castigo que merecen.

Y para dar más vigor á su apología, cita una octava de la Lamentación de Byron, de Núñez de Arce, donde el poeta aconseja á los griegos que talen é incendien y lo conviertan todo en ruinas con tal de libertarse de los turcos. Hay, sin embargo, una distinción que hacer, y de no pequeña importancia.