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Arriba se ve asomar unas veces la calva cabeza de una roca formidable por entre las grandes manchas formadas por los bosques de abetos que remedan las naves sombrías de las catedrales góticas.

Los zagalillos de catorce o quince años, llamados por el vulgo pipiolos, corren en pos de las zagalas de la misma edad y establecen con ellas, tácitamente la mayor parte de las veces, ciertas relaciones que remedan los amores de los jóvenes.

La idea de la inmortalidad, de la eternidad, de lo infinito, parecía revelarse con mas elocuencia y energía en ese cielo sin horizonte, en esa superficie movible, inmensa, incansable, cuyas ondas remedan el flujo y reflujo de la humanidad entre la vida y la muerte, y la existencia de un espíritu universal que todo lo agita y no perece nunca.... ¡Y qué leccion!

El portal de corcho, imitando un arco romano en ruinas, es monísimo, y el riachuelo representado por un espejillo con manchas verdes que remedan acuáticas yerbas y el musgo de las márgenes, parece que corre por la mesa adelante con plácido murmurio.

Todo lo que la voz humana puede remedar lo remedan aquellas 8,000 gargantas de plomo, animadas por el alma misteriosa de la armonía y el soplo del aire espiritualizado por la magia del artista.

Taylor, van á paseo en coche elegantemente vestidas de medio cuerpo arriba, y de medio cuerpo abajo muy andrajosas, cubriendo con una manta aquella miseria. Por lucirse, andar en coche y tener palco en el Real, se tratan muy mal en casa, la cual suele estar inconfortable y mal amueblada. En invierno se mueren de frío, y en todas las estaciones remedan al camaleón, alimentándose casi del aire.

Al derredor de esos sencillos cuadros de verdura se levantan en completa circunferencia estupendas moles de granito del aspecto y la tinta mas singulares; todas abruptas, ásperas; con arrugas y grietas enormes, unas cenicientas y opacas, otras del color del estaño con un brillo triste, otras negras ó pardas, presentando los mas curiosos juegos de luz y sombra, según la inclinación del sol; y ya redondeadas en las cimas, ya en picachos extravagantes, en agujas ó conos truncados, ó en filas circulares y dentelladas que remedan estupendas coronas de hierro.