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Por el año de 1772 los habitantes de esta, hoy prácticamente republicana, ciudad de los Reyes, se hallaban poseídos del más profundo pánico. ¿Quien era el guapo que después de las diez de la noche asomaba las narices por esas calles? Una carrera de gatos o ratones en el techo bastaba para producir en una casa soponcios femeniles, alarmas masculinas y barullópolis mayúsculo.

Unas cuanto más se venden, más caras valen, y otras... Se acordó del anónimo y comenzó a desasosegarse. Doña Frasquita lo habría recibido la víspera al anochecer... No tardaría en llegar. El escándalo iba a ser mayúsculo, pero así acababa todo de una vez. ¿Qué podía esperar del vejestorio? Ni dinero ni placer. Nada.

Al sofrenar mi caballo, le di los buenos días, y no me contestó; pero creí no haber sido oído, y me disponía a bajar, cuando dirigiéndose hacia , me dijo textualmente: «Bajá, si querés que te cruce a lazazos». ¿Qué dices, Ricardo? Lo que oyes; llámalo a Juancito y te lo repetirá. El pobre muchacho se ha dado un susto mayúsculo. Cuando aquello, le pregunté: » ¿Por qué me dice eso, amigo?

Guirior se esforzó en convencer al superintendente de que iba por mal camino; que era mayúsculo el descontento, y que con el rigorismo de sus medidas no lograría establecer los nuevos impuestos, sino crear el peligro de que el país en masa recurriese a la protesta armada, previsión que dos años más tarde y bajo otro virrey, vino a justificar la sangrienta rebelión de Tupac-Amaru.

Se le consideraba como uno de los más terribles y dañinos seductores de este género; y era cosa bien sabida en Nieva que más de una vez y más de dos habían ido a la fábrica con algún tierno infante entre los brazos a armarle un escándalo mayúsculo, que él se había apresurado a conjurar con los rellenos de su gaveta.

Aunque a contar de ese día no han vuelto fantasmas a peregrinar o correr aventuras por las murallas del hoy casi destruido Real Felipe, no por eso el pueblo, dado siempre a lo sobrenatural y maravilloso, deja de creer a pies juntillas que el fraile y la monja vinieron al Callao en tren directo y desde el país de las calaveras, por el solo placer de dar un susto mayúsculo al par de tagarotes que hacía centinela en el bastión del castillo.

El día entero lo pasa en esas batallas parlamentarias... supongo que el verdadero ministro es el subsecretario. Gambetta, el tan llorado y popular tribuno, presidía cuando M. de Cassagnac desafió en plena Cámara a M. Goblet, subsecretario de Estado. Estaba yo presente ese día. ¡Qué escándalo mayúsculo!