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»Entró, pues, el emperador Carlos V en el Monasterio de Yuste el 3 de Febrero de 1557. Su primera visita fué á la iglesia, donde le recibió la Comunidad con cruz, cantando el Te Deum laudamus, y colocado después S. M. en una silla, fueron todos los monjes por su orden besándole la mano, y el Prior le dirigió una breve arenga, felicitando á la Comunidad por haberse ido á vivir entre ellos

El obispo de Osma, D. Juan, que representa al arzobispo D. Rodrigo, primado de Toledo, ausente por hallarse cerca de la Santa Sede en tan fausto dia, la bendice con las ceremonias y preces acostumbradas, la purifica con agua y sal, cantando los asistentes el Te Deum laudamus, la dedica á la inmaculada Madre del Verbo en su glorioso misterio de la Asuncion, hace provisionalmente erigir un altar en honor de la excelsa Señora, celebra en él de pontifical, y dirige por último una breve y sentida plática á los circunstantes exhortándolos á tributar gracias sin fin al Dios de los ejércitos.

Los soldados, habiendo tenido ésta por buena señal, alababan á Dios y decían que les enviaba el Espíritu Santo, que les había traído la victoria, como en efecto fué gran milagro, y luego D. Alvaro de Sande hizo decir una misa cantada del Espíritu Santo con Te Deum laudamus, y todos los capitanes y soldados cobraron gran esfuerzo y más que antes tenían, y en este propio día se entendió que el Bajá se quería ir dejando la empresa, y así lo hicieran si no por Dragut, el cual con grandes ruegos y haciendo grande instancia se ofrecía de fenecella, diciendo que sin combate por mar ni por tierra ni perder un hombre más le quería dar el fuerte en las manos, porque de nuevo había entendido por muy cierto que en el fuerte no había más agua, como era verdad.

El piadoso Almirante consignó en el Diario que en la tarde del 11 de Octubre, víspera del hallazgo de la tierra deseada, habían cantado las tripulaciones á la oración, la Salve acostumbrada, y luego, en el momento supremo, cuando cayó de rodillas y con los ojos arrasados, la gorra en la mano, dió gracias al Altísimo, le imitó la gente entonando con indecible emoción Gloria in excelsis Deo; Te Deum laudamus...