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Pero aun en estado de embriaguez se guardaba de decir nada excesivo, y no protestaba contra nada. En fin, hay hombres que creen en Dios y los hay que no creen. ¿Y él? «Veamos. ¿Existe Dios? ¿Sí o no? No lo sé, no sé nada. ¿Y yo? ¿Existo yo?» Krilov siente un escalofrío: ni siquiera tiene una idea clara de si existe o no existe.
Sus palabras ó no significan nada ó expresan lo siguiente. Juzgo de una relacion; este juicio está en mí; esta relacion como conocida, y prescindiendo de su existencia real, está en mí; todo lo cual se reduce á lo mismo que con mas sencillez y naturalidad dijo Descartes: «Yo pienso, luego existo.» Ambos comienzan su filosofía por el hecho de conciencia que revela la existencia.
Y como estaba convencido de que el mundo no podía sentir la más leve emoción por mi retirada, ni había llegado a enterarse de que existo, recogí los bártulos que yo titulaba ideales, me decidí a comer, y aprovechando ciertos bombos dados por mí en los periódicos a la casa Dupont, me metí en ello para siempre, y no puedo quejarme.
Con solo prescindir de lo finito se hunde todo su discurso, sin que ningun esfuerzo sea bastante á evitarlo; se halla en el caso de un arquitecto á quien, habiendo construido una soberbia cúpula, se le exigiese que la sostuviera, quitando el cimiento al edificio. Yo existo, yo pienso, yo siento.
Si supiera que aún existo para adorarla... No, no... Ya olvidarte debo yo, esposa de Jesucristo... RUIZ. ¿Qué hacéis? Callad... MANRIQUE. Loco estoy... ¿Y cómo no estarlo ¡ay cielo! si, infelice, mi consuelo pierdo y mis delicias hoy? No los perderé; Ruiz, déjame. RUIZ. ¿Qué vais a hacer? MANRIQUE. Pudiérala acaso ver... con esto fuera feliz. RUIZ. Aquí el locutorio está. MANRIQUE. Vete.
No solamente ignoro el principio de mis pensamientos, mas también se me esconde igualmente el de mis movimientos: no sé porque exîsto, y no obstante todos los dias me hacen preguntas sobre todos estos puntos; y como tengo que responder por precision y no sé qué decir, hablo mucho, y despues de haber hablado me quedo avergonzado y confuso de mí propio.
En este pasaje nos encontramos con un verdadero silogismo: «Lo que piensa existe; yo pienso, luego existo.» «Tenemos, dice Descartes, tanta repugnancia á concebir, que lo que piensa no existe mientras piensa,» lo que equivale á decir: «Lo que piensa existe;» esto en términos escolásticos, se llama establecer la mayor; luego continúa que «no obstante las suposiciones mas extravagantes, no podemos dejar de creer que esta conclusion «yo pienso, luego soy» sea verdadera;» lo que equivale á poner la menor y la consecuencia del silogismo.
Porque, cuando él dijera: «voy á probar mi existencia con este entimema: yo pienso, luego soy», se le podia objetar lo siguiente: vuestro entimema se reduce á un silogismo en esta forma: «todo lo que piensa existe; es así que yo pienso, luego existo.» Este silogismo, en el supuesto de una duda universal, en que no se dé por supuesta ni aun la misma existencia, es inadmisible en sus proposiciones y en la trabazon de ellas.
Si eres de esos continuó Elías, vuelve á tu pueblo y no hables de mí; no digas que me has visto; no creas que existo; y es verdad: para ti he muerto. Pero deje usted que me explique... ¿Qué vas á decir? Yo pienso ... usted comprenderá que yo tengo mis ideas ... he leído y tengo convicciones, sí, señor; estoy profundamente convencido....
Si nos dais por supuesto que es imposible que una cosa sea y no sea á un mismo tiempo, será posible que á un mismo tiempo penséis y no penséis; vuestra afirmacion pues «yo pienso» no significa nada; porque junto con ella se puede verificar la opuesta «yo no pienso». En tal caso, la ilacion de la existencia queda destruida; porque aun admitiendo la legitimidad de la consecuencia «yo pienso, luego existo», como por otra parte sabríamos que es posible esta otra premisa, «yo no pienso,» la deduccion no tendria lugar.
Palabra del Dia
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