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Si supiera que aún existo para adorarla... No, no... Ya olvidarte debo yo, esposa de Jesucristo... RUIZ. ¿Qué hacéis? Callad... MANRIQUE. Loco estoy... ¿Y cómo no estarlo ¡ay cielo! si, infelice, mi consuelo pierdo y mis delicias hoy? No los perderé; Ruiz, déjame. RUIZ. ¿Qué vais a hacer? MANRIQUE. Pudiérala acaso ver... con esto fuera feliz. RUIZ. Aquí el locutorio está. MANRIQUE. Vete.

Antes de que cumpliera los quince años, don Íñigo la había prometido en casamiento a su primo Lope de Alcántara, con quien le ligaba, fuera de un fraternal afecto, una noble emulación en la fidelidad y el sacrificio. Era el tal Lope un caballero cincuentón de infelice rostro, y sólo adornado de las más severas virtudes.

Sigue a esto dijo a su padre Maravillas, interrumpiendo la lectura , un largo párrafo muy bonito y de gran efecto, de conjuros y de apóstrofes por el estilo de los que ha oído usted, que duran hasta la mitad de esta segunda columna, y digo enseguida... «¿Sabes por qué eres andrajosa, y fea y esclava vil y degradada, ¡oh, Villavieja infelice?

Pues bien: muchas noches me hace tocar la pira del «Trovador» y se pone a dar unos gritos formidables. Pero en lugar de cantar «madre infelice, etc.», hace esta reforma: «No debo nada, Ya soy feliz Con Rosalía...» Y al decir Rosalía da un do de pecho estupendo que deja tamañito a Tamagno. Cuando el viento es favorable le oyen los de Zubiaurre desde su estancia, que queda a tres leguas.

En tanto que camina lo que queda Al rio de la Plata, quiero agora Volver á mi real. ¡Quiera Dios pueda Segun el corazon lo siente y llora! Quien quisiere saber cual dió á la rueda Su vuelta la fortuna burladora, Comienze con requiescant en la gloria El infelice canto de esta história.

Todo se le tornaba contrario; y él mismo se comparaba al infelice Laoconte sofocado por la serpiente. ¿Por qué, por qué? ¡oh cielos! exclamaba a veces, dirigiendo la mirada hacia lo alto, como si protestara contra el ensañamiento de la divinidad.

Pero , Ramiro, me pagaste en buena moneda cristiana, faltando a tu juramento y entregando a la Inquisición a la infelice Gulinar y a Aixa, a Aixa la jarifa, a Aixa la santa, para que fuesen arrojadas a la hoguera, después de haberte curado y regalado con tanto amor como ellas te tenían! Las lágrimas brotaron de sus ojos, y con voz temblorosa, exclamó por fin: ¡Ah!

Arrojose sobre doña Guiomar pretendiendo socorrerla, y halló que ya los turbios ojos volvía, y vio que en aquella su última mirada amor le decía, y amor que era tal, que no parecía sino que los cielos se mostraban en la moribunda mirada de aquella infelice.

Eduardo generoso, Tercero de Ingalaterra, De las tres brillantes rosas, Luz, norte, amparo, defensa; , que en alas de la fama Siempre celebrado vuelas, Ocupando en tus memorias Voz, aplauso, trompa y lengua: Yo soy Estela infelice, Y de Salverich condesa, La conclusión es: Porque en poblado los hombres, Porque en el monte las fieras, Porque en el aire las aves, Cielo, sol, luna y estrellas.