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Andrés, que sólo contaba veinte años a la sazón, tuvo por curador de sus bienes a un hermano de la difunta; pero no quiso vivir con él, y se trasladó con algunos de sus bártulos a la fonda. Aquí da comienzo para el joven Heredia una era muy diversa del resto de su vida anterior.

¡Ajá! ya están arreglados los bártulos... Lo mejor que puede hacer ahora... créame á ... es meter algo en el cuerpo. El tiempo que se gasta en comer, no se pierde. Los viejos hemos aprendido estas cosas al cabo de muchos años, y ustedes los jóvenes las aprenderán también... es verdad... El salchichón vino directamente de la fábrica.

Se la hemos dejado, con los demás bártulos, al jefe de la estación de Jabalquinto se apresuró a concluir D. Nemesio, clavando sus ojos saltones y suplicantes en el catalán. ¡Pues es verdad, voto a Dios! exclamó éste levantando los suyos a la rejilla. Dispénsenos usted por favor... Ya comprenderá usted que nuestra intención...

¡Ay, ay! ¡Tan generoso y caritativo! y el que iba en el cajón había sido usurero nada menos. ¡Ay, ay! ¡Tan valiente y animoso! el infeliz había liado los bártulos por consecuencia del mal de espanto que le ocasionaron los duendes y las penas.

No hacíamos otra cosa que dirigir vivas ojeadas a la rejilla, esperando cuándo el catalán levantara la vista y echaba de menos los bártulos. Al cabo de algunos minutos, no pudiendo sufrir más tiempo tal congoja, decidí acabar de una vez. Señor Puig... nosotros, con la mejor intención del mundo, le hemos hecho un flaco servicio... El catalán me miró con inquietud y me turbé un poco.

Salomé separó á Clara con un ademán desdeñoso del lecho de su prima, diciendo: Nuestra paciencia nos va á perder. Cuidado, Paz, que somos demasiado condescendientes. ¿Cómo es que está todavía aquí esta mujer? Al momento á la calle. Vamos, pronto dijo Paz. Recoja usted sus bártulos, y al momento. Haga usted un lío de su ropa.

Cuando no queda duda de que semejante imposible es un hecho real, la Corte, que aún no había instalado sus bártulos, huye despavorida; las tropas de Moncey, que rechazadas de Valencia se habían replegado a la Mancha, se unen a las de Madrid, y todos juntos, soldados, generales y Rey intruso, corren precipitadamente hacia el Norte, asolando el país por donde pasan.

Delante de ellos va una tartana con el equipaje de Azorín. Cuando han arribado a la estación, Azorín, como es natural, ha sacado el billete y ha facturado sus bártulos. De allí a un rato ha aparecido el tren. Sarrió le alarga a Azorín, subido al coche, la maleta; luego, con tiento, una cesta.

Hecho el proyecto, lió los bártulos y se instaló en Cádiz, de donde salió á los tres años, montando el Neblí como agregado.

La noche había cerrado, y todo el mundo se retiró á sus casas. Los confiteros, las fruteras, los taberneros ambulantes habían levantado y plegado sus bártulos, los habían acomodado sobre sendos borricos y caminaban la vuelta de sus casas comentando la aciaga jornada de los de Entralgo. En la Bolera tampoco había nadie.