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Algunas derramaban ya lágrimas llevándose el pañuelo a los ojos; otras se contaban al oído los preparativos para la fiesta y las circunstancias que habían acompañado a la determinación de la joven. Se hablaba mucho de una carta que ésta había escrito al marqués de Peñalta despidiéndose de él y disculpándose. Algunas compadecían a Ricardo, mientras otras murmuraban que no le faltaría novia para casarse. Después de todo, si Dios la llamaba a por ese camino, ¿había razón para apartarse de

Al llegar Ruiloz al lado de Julia, ésta dejó caer el periódico sobre el velador, disculpándose de haber seguido leyendo. Creí que se había V. marchado. ¿Sin despedirme? V. ya es de casa. ¡Ojalá! ¿Por qué? Ruiloz, sin contestar a esta pregunta, siguió: Me he quedado para hablar con V. ¿Conmigo?

Y en esto concluyó Isabel Mazacán su aparte con el marqués de Butrón, y disculpándose con Currita de no acompañarla a la visita de la Inclusa, por habérsele ya hecho tarde, se marchó al parecer algún tanto disgustada. Currita decidió entonces volverse a su casa, y el marqués de Butrón se despidió también en el acto. ¿Tiene usted coche, Butrón? preguntó ella al diplomático.

Pero está el daño de todo esto que en este punto y término deja pendiente el autor desta historia esta batalla, disculpándose que no halló más escrito destas hazañas de don Quijote de las que deja referidas.

La razón que he tenido para venir a molestarlos a esta hora dijo como disculpándose, pero con una misteriosa sonrisa en sus gruesos labios, es que he llegado a Londres esta misma noche, y acabo de saber que, por su testamento, mi amigo Burton Blair ha dejado en mis manos la administración de los asuntos de su hija.

De los manuscritos péhlvis no da la guía de la Exposición traducción ni cuenta, disculpándose los autores con la dificultad que ofrece la inteligencia de este idioma, del cual, según se hablaba en tiempo de los Sasanidas, afirman que sólo quedan algunas monedas é inscripciones en piedra que puedan haber servido para prepararse á interpretar los recién descubiertos manuscritos, que hoy posee el Archiduque, y son, á lo que parece, los únicos en su género.

Sin dudar ante la atrocidad de la acción que cometía y disculpándose, acaso, en el fondo, por la necedad misma de aquellas epístolas, Clementina cogió las cartas y las colocó muy á la vista en el cofrecillo, encima de todos los objetos cuidadosamente arreglados por Herminia. Después cerró la caja y quitando la llave, descendió al salón.