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Después de esto no le habló más que de sus recuadros, cuya grandiosa composición admiraba, arriesgando algunas ligeras críticas de detalle, que el artista admitió algunas veces, discutió otras con su bondad y modestia usuales; una media hora transcurrió en esta conversación, en la cual la mujer del pintor apenas tomó parte, continuando con taciturno aire, inclinada su cabeza de diosa, la labor de tapicería que la ocupaba, tal cual fugaz palabra de vez en cuando dicha, tal cual veloz mirada rebosando de sombras lanzada sobre el rostro del hombre que se iba.

En este respecto, preciso es confesar que la población de España que más está haciendo para procurar independencia al literato, beneficiando sus obras con habilidad en la península, explotando los mercados de América para nosotros cerrados hasta ahora y arriesgando fuertes capitales en este negocio, es Barcelona.

El, según declaraba a Maltrana, había nacido para la acción violenta, para vivir en aventura continua, arriesgando la piel. ¿Por qué había de permanecer dentro de una población, juntando letritas de plomo, agotándose en esta tarea de mujer?... Era hombre de pelea; le gustaba torear a la Muerte todos los días según sus propias palabras , darla el quiebro, recogiendo el pan de entre sus pies.

¡Las buenas señoras! ¡Qué felices van á ser! ¡Ah! Quisiera presenciar su alegría... Pero, díganme ustedes, porque esta aventura me apasiona, ¿han navegado ustedes millares de leguas por amistad al señor de Freneuse? ¡Ustedes, dos parisienses, han abandonado su París, sus placeres, sus costumbres, y viajado tanto tiempo, arriesgando sus vidas!...

Pero entonces luchaba solo, no arriesgando sino el propio bienestar, mas ahora, que tenía seres débiles y queridos que proteger... Cual otro Sisifo, subía por tercera vez la montaña, con el peso de su honradez sobre los hombros, expuesto a la acometida del agio, que le acechaba y le echaría a rodar al menor descuido.

Señor cura dije en tono de protesta, si usted supiera cuánto deseo complacer a la abuela... Eso está muy bien dicho, pequeña respondió la abuela muy contenta. Vaya, la señorita Magdalena no se quedará solterona, lo preveo dijo el cura sin dejar de sonreír. No será porque no las quiera ni porque no las defienda contesté arriesgando una mirada del lado de la abuela.