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Yo, sobre todo, ¿cómo había de imaginar cosa alguna que igualara á los profundos pensamientos de aquel pozo de ciencia? «Pues verán ustedes prosiguió. Hallándose las cosas como he dicho, de repente... ¡Que novedad! ¡Qué agudísima é inesperada anagnórisis!... Pues es el caso que el muchacho tiene un tío, oidor en Indias.

Capítulo XVI Anagnórisis ¡Hosanna, hosanna! A principios de febrero, Joaquín visitó una tarde a Isidora para anunciarle que la señora marquesa de Aransis había llegado de Córdoba y deseaba verla. El regocijo que esta nueva produjo en Isidora la dejó alelada por breve rato, y en su aturdimiento no hacía más que contemplar al mensajero y recrearse en su belleza.

No oyen, ni ven ni entienden lo que pasa en el escenario; únicamente cuando los cómicos hacen mucho ruido, bien con armas de fuego, o con una de esas anagnórisis en que todos resultan padres e hijos de todos y enamorados de sus parientes más cercanos, con los consiguientes alaridos, sólo entonces vuelve la cabeza la buena dama de Vetusta, para ver si ha ocurrido allá dentro alguna catástrofe de verdad.

La imprevista anagnórisis, como el Barón la llamaba, fue solemnizada con un exquisito petit diner fin en que se lució mi cocinera, cordon bleu de primera fuerza, y brindamos los tres a la persistencia del santo lazo recién descubierto y reanudado, primero con Chateau Iquem, y a los postres con tintilla de Rota, mi casi paisana.