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Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada... Si mañana se despierta como hoy, llámeme en seguida. Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio.

Estaba limpiándose los dedos con el pañuelo, y Juanito discurriendo por dónde pegaría la hebra, cuando sonó abajo una voz terrible que dijo: ¡Fortunaaá! Entonces la chica se inclinó en el pasamanos y soltó un yia voy con chillido tan penetrante que Juanito creyó se le desgarraba el tímpano. El yia principalmente sonó como la vibración agudísima de una hoja de acero al deslizarse sobre otra.

Entre la primera y la segunda hay colgado un zapatito auténtico de una dama del siglo XVIII. Es de tafilete rosa, con la punta agudísima y con el tacón altísimo de madera, aforrado en piel; tiene la cara bordada al realce, con seda blanca.

Sin oír ni aguardar contestación alguna, Abdul ben Hixen desenvainó con rapidez el acicalado yatagán de doble filo que de rico talabarte le pendía, fijó en el suelo la costosa empuñadura, cuajada de diamantes y esmeraldas, y poniéndose en el pecho la agudísima punta, se arrojó encima con tal ímpetu que se traspasó y destrozó las entrañas con la ancha hoja, quedando muerto en el acto.

Estoy acostumbrada á los azares de la guerra, y si vuestra protección, valientes caballeros, fuese insuficiente, jamás caeré viva en manos de esos malvados. Al decir esto, mostró en su diestra agudísima daga. Leonor, dijo Duguesclín, os he amado siempre, pero en este instante más que nunca.

La efigie, en suma, sobre poseer muy notable valer artístico, es digna de consideración por causas nada comunes. En el pecho, en el sitio bajo el cual debe de estar el corazón, lleva clavado un puñalito de fuerte acero y agudísima punta. Todo él, menos la empuñadura de oro, ha penetrado en la madera, impulsado por mano sacrílega.

Esta idea, no obstante, con ser tan conforme al hundimiento moral de Isidora, no la consolaba. A la momentánea alegría siguió agudísima pena. Por un instante se sintió invadida de un dolor tan grande, que llegó a pensar en que no debía vivir más tiempo. Pero esta desesperación también duró poco.

Yo, sobre todo, ¿cómo había de imaginar cosa alguna que igualara á los profundos pensamientos de aquel pozo de ciencia? «Pues verán ustedes prosiguió. Hallándose las cosas como he dicho, de repente... ¡Que novedad! ¡Qué agudísima é inesperada anagnórisis!... Pues es el caso que el muchacho tiene un tío, oidor en Indias.