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¿?... dijo él moviéndose en el sillón con gran desasosiego . Pues doy, pues doy. Guillermina empezó a dar palmadas, gritando: «Hosanna... ya le tenemos cogido». Y con vivacidad, semejante a la de una jovenzuela, echó mano a la llave que estaba puesta en uno de los cajones de la mesa. Eh... ¿qué libertades son estas? gritó su sobrino sujetándole la mano.

Y truxeron el ašna y el pollino, y pušieron šobre ellos šus mantos y šentoše šobre ellos. Y muy mucha compaña tendian šus mantos en el camino: y otros cortavan ramos de los arboles, y tendian por el camino. Y las compañas que yvan delante, y lasque yvan detras acclamavan diziendo, Hošanna, al Hijo de David, Bendito elque viene en el nombre del Señor: Hošanna en las alturas.

Sacudió su vestido para hacer desaparecer las arrugas de la lucha con la terrible chiquillería y se pasó un peine por los pelos alborotados. En el horizonte, una columna de nubes, blanca y luminosa, descendió del cielo hasta posarse en la tierra. Empezó á sonar un ruido de alas innumerables, acompañado por las voces de un coro inmenso, cuyos «¡hosannarepercutieron á través del espacio infinito.

Pero si persistes y logras convencerles y te ponen el marchamo de medianía incurable, entonces verás cuán desembarazado caminas; las selvas enmarañadas se abrirán para dejarte paso, las montañas se abatirán, los ríos quedarán en seco y entre nubes de incienso proseguirás tu marcha gloriosa arrullado por los ¡hosanna! de la crítica.

7 Y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y se sentó sobre ellos. 9 Y las personas que iban delante, y las que iban detrás, aclamaban diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! 10 Y entrando él en Jerusalén, toda la ciudad se alborotó, diciendo: ¿Quién es éste?

Al sexto, Fortunata le miraba con atención cortés cuando decía algo; al sétimo, Maxi opinaba como ella en toda discusión que en la mesa se trabase; al octavo le daba una palmadita en el hombro; al noveno la señora de Rubín se interesaba porque su marido se abrigase bien al salir, y al décimo estuvieron como un cuarto de hora secreteándose a solas en un rincón de la sala; al undécimo Maxi le apretó mucho la mano al entrar, y al duodécimo exclamó doña Lupe como sacerdote que entona el hosanna: «Vaya que os ponéis babosos.

Capítulo XVI Anagnórisis ¡Hosanna, hosanna! A principios de febrero, Joaquín visitó una tarde a Isidora para anunciarle que la señora marquesa de Aransis había llegado de Córdoba y deseaba verla. El regocijo que esta nueva produjo en Isidora la dejó alelada por breve rato, y en su aturdimiento no hacía más que contemplar al mensajero y recrearse en su belleza.

Todo el paisaje, en la calma de la tarde abrileña, cantaba un hosanna de triunfo; y del celaje diáfano, de la vegetación lujuriosa, de las hiendas humeantes y de las glebas en oreo se alzaba en voz sin acentos, valiente y subyugadora, un férvido ¡aleluya! que a la niña de los ojos garzos le apresó el alma.

8 Y muchos tendían sus vestidos por el camino, y otros cortaban hojas de los árboles, y las tendían por el camino. 9 Y los que iban delante, y los que iban detrás, daban voces diciendo: ¡Hosanna! Bendito el que viene en el Nombre del Señor. 10 Bendito el Reino que viene en el Nombre del Señor de nuestro padre David: ¡Hosanna en las alturas!

13 tomaron ramos de palmas, y salieron a recibirle, y clamaban: ¡Hosanna, Bendito el que viene en el Nombre del Señor, el Rey de Israel! 14 Y halló Jesús un asnillo, y se sentó sobre él, como está escrito: 15 No temas, oh hija de Sión: he aquí tu Rey viene, sentado sobre un pollino de asna.