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Vd. lo sabe, se lo he dicho mil veces; y Vd., mirándome con su acostumbrada indulgencia, me ha contestado que el hombre no es un ángel y que sólo pretender tanta perfección es orgullo; que debo moderar esos sentimientos y no empeñarme en ahogarlos del todo.

Bien dice Quintana: ¡Ay! ¡infeliz de la que nace hermosa! Llena por consiguiente de recuerdos de grandeza, la trapera necesita ahogarlos en algo, y por lo regular los ahoga en aguardiente. Esto complica extraordinariamente sus gastos. Desgraciadamente, aunque el mundo da tanto valor a los trapos, no es a los de la trapera.

Y efectivamente, echaban el dinero en los cañones a puñados, hasta ahogarlos. De este modo pasaron cincuenta mil escudos. Apenas todas las piezas estuvieron cargadas, cuando la corbeta, que se encontraba cerca del brick, maniobró de modo de meter su bauprés en los obenques de El Gavilán; pero Kernok, por un movimiento hábil, evitó el choque y luego se dejó derivar por el inglés.

Debí decirle a Ana que la echase ella.... Yo no tengo cara a esto murmuró entre . Y si no la echo me llamará boba.... Pues mejor. ¡Esto es indecente! balbució adelantando la carta hasta tocar con el buzón . No, repelo exclamó casi en voz alta bajando la mano . Esto es una cochinada.... ¡Más vale ahogarlos donde los encuentre!

Deberes hay que España no puede desatender y hay aspiraciones y propósitos que el alma de la nación no puede ahogar en su centro, aunque se esfuerce por ahogarlos. Son los deberes la conservación de las Antillas y de los archipiélagos que poseemos en el Pacífico.

Los míseros conejos arrancados a la paz olorosa del monte temblaban de miedo al sentir erizarse su pelaje bajo el soplo de la boa, que parecía hipnotizarlos con sus ojos y avanzaba traidora las revueltas de sus pintarrajeados anillos para ahogarlos con glacial presión... Cientos de pobres animales respetables por su debilidad morían para el sustento de bestias feroces completamente inútiles, guardadas y festejadas en ciudades que se creían de la mayor civilización; y de esas mismas ciudades salían insultos para la barbarie española, porque hombres valerosos y ágiles, siguiendo reglas de indiscutible sabiduría, mataban frente a frente a una fiera arrogante y temible, en pleno sol, bajo el cielo azul, ante una muchedumbre ruidosa y multicolor, uniendo a la emoción del peligro el encanto de la belleza pintoresca... ¡Vive Dios!...