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Catur renegaba porque le hubiesen interrumpido el oír sus propias alabanzas; Caleb predicaba contra la bestialidad del uno y la infamia del otro, y el señor Alicak en esto ponía bajo la corona de la cabalgadura del orador moralista, un sendo aguijón, que comenzó a lastimar el asno, y éste a brincar, y el jinete a castigarle, y los otros a gritarle como fiera en coso; lo cierto es que a poca pieza del camino Caleb se derrumbó sobre un prado de ortigas, donde no lo hubiera pasado del todo mal si Catur, sobreviniendo allí, no le hubiera sacudido cuatro topetadas con su testa maciza, y si el señor Alicak, después de desnudarle para que mejor sintiera el halago de la alfombra donde reposaba, no le hubiese aliviado de los zequíes y doblas zahenes que llevaba.

Perro cristiano, respondió el arraez, una vez que esos dos perros de galeotes cristianos son barones y metafísicos, lo qual es sin duda un, cargo muy alto en su pais, me has de dar por ellos cincuenta mil zequíes. Yo se los daré, señor; lléveme de un vuelo á Constantinopla, y al punto será satisfecho; pero no, lléveme á casa de Cunegunda.

Candido les presentaba á Martin y á Cacambo: todos se abrazaban, todos hablaban á la par; bogaba la galera, y estaban ya dentro del puerto. Llamáron á un. Judío á quien vendió Candido por cincuenta mil zequíes un diamante que valia cien mil, y el Judío le juró por Abrahan, que no podia dar un ochavo mas.

Por fin libré mi prepucio y mi trasero por mil zequíes, y me escapé corriendo á Persia, resuelto á no oir en Turquía misa griega ni latina, y á no decir nunca Aláh, Ilah, Aláh en los ratos de los gustos de amor. Así que llegué á Ispahan, me preguntáron si era del partido del carnero negro ó del carnero blanco. Respondí que lo mismo me daba uno que otro, con tal que fuera tierno.

Entónces el gran visir protegia á los Griegos: el patriarca griego me acusó de que habia cenado con el patriarca latino, y fui condenado por el diván á cien palos en la planta de los pies, que rescaté á precio de quinientos zequíes.

Escucháron con magnánima compasion los otros cinco monarcas este razonamiento, y dió cada uno veinte zequíes al rey Teodoro para que comprase vestidos y ropa blanca. Candido le regaló un brillante de dos mil zequíes. ¿Quién es este particular, dixéron los cinco reyes, que puede hacer una dádiva cien veces mas quantiosa que qualquiera de nosotros, y que efectivamente la hace?

Se ha de notar que todavía estaba dividida la Persia en dos facciones, la del carnero negro y la del blanco. Creyéron que hacia yo burla de ámbos partidos, y me encontré en un terrible compromiso á la puerta misma de la ciudad, del qual salí pagando una buena cantidad de zequíes, por no tener que ver con carneros.

Has de saber, hermano Mohamad dijo Ben-Farding , que debajo de estos palacios de la Alhambra se encuentran ocultos los tesoros mayores de la tierra, así en adirames y monedas de los reyes más antiguos Rumíes, como en zequíes, doblas zahenes y dineros de oro bermejo de todos los sultanes del Oriente y del Occidente.