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Actualizado: 22 de junio de 2025
Pero ya la victoria estaba declarada por los de Entralgo. Los de Lorío y Condado corrían desbandados y seguidos de cerca por los primeros. Las mujeres, los niños y los hombres pacíficos se habían refugiado en el pórtico y en los alrededores de la iglesia. El campo de la romería estaba poco menos que desierto. Sembrados por él y aturdidos por los garrotazos yacían algunos guerreros.
La condesa se incorporó y estuvo buen rato paseando la vista por los objetos que en torno suyo yacían con insistente y extraña curiosidad, como si la hubiesen trasportado durante el sueño á un paraje que jamás hubiera visto. Tenía las mejillas encendidas: sus ojos brillaban de un modo sombrío debajo de la primorosa cofia que mantenía prisioneros los cabellos.
Teresina, antes de salir, puso orden en los muebles, que no pecaban de insurrectos, que estaban como ella los había dejado el día anterior; también tocó los libros de la mesa, pero no se atrevió con los que yacían sobre las sillas y en el suelo. Aquéllos no se tocaban.
Sus admiraciones y deseos yacían abandonados al otro lado de la puerta. Freya adivinó que había dejado de ser una mujer y no era mas que una acusada. Otra de su sexo, una rival irresistible, lo llenaba todo, encadenando á estos hombres con un amor profundo y austero. Su instinto la hizo fijarse en la matrona blanca, de rostro grave, que avanzaba su busto vigoroso sobre la cabeza del presidente.
Petra contenía la risa a duras penas. Se contentó con decir: ¡Qué estropicio! apuntando a los pedazos de loza, cristal, y otras materias incalificables que yacían sobre el piso. Si hubiera sido yo, me despedía don Víctor.... ¡Ay, señora! si ha roto usted tres de esos tiestos nuevos... ¡y el cuadro de las mariposas se ha hecho pedacitos! ¡y se ha roto una vitrina de herbario! y....
A primera vista, la mayor parte de los objetos permanecían en los sitios en que la víspera se colocaran, pero ¡júzguese cuál sería mi asombro, al ver que gran número de candeleros, jarrones y demás yacían diseminados por el suelo en el más completo desorden! Sólo quedaban en pie, arrinconados en un ángulo debajo del coro, cuatro objetos.
Todo quedará en la oscuridad mas profunda; imaginaremos reproducidas aquellas tinieblas que yacian sobre la faz del abismo antes que la palabra criadora dijese: «hágase la luz.»
Al cabo de algunos días tuvo la fortuna de descubrir a un impresor arruinado hacía algunos años, cuyos tórculos rotos y enmohecidos no había querido comprar nadie y yacían cubiertos de polvo en un obscuro sótano. Cuando don Rosendo fué a examinarlos en compañía de su dueño, no pudo menos de sentir respetuosa emoción.
Su charla bulliciosa, sus frescas carcajadas despertaban a los vecinos que aún yacían entre las sábanas, les hacían sonreir beatamente trayéndoles al recuerdo otros días de San Antonio cuando la juventud chispeaba también en sus ojos y en la copa de la vida aún no había caído ninguna gota de hiel. ¡Quién no recordaría en Sarrió alguno de aquellos viajes a la ermita en una mañana límpida y suave, con las piernas ligeras y el corazón mecido dulcemente en la esperanza de ver pronto al dueño adorado y pasar el día cerca de él!
Pero esta noble señora tuvo el privilegio de resucitar inmediatamente, y á la primera entrevista, todas las ilusiones amortiguadas de nuestro héroe, removiendo de una vez el depósito de aficiones, esperanzas y sueños seductores que yacían desmayados en el fondo de su alma. Y en verdad que nadie que tuviera ojos en la cara y alguna inclinación artística en el corazón lo extrañaría.
Palabra del Dia
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