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Actualizado: 22 de mayo de 2025
En el debido punto los pusiste; Pero con los demas sin duda alguna Prodigo de alabanzas anduviste. Has alzado á los cielos la fortuna De muchos, que en el centro del olvido Sin ver la luz del sol, ni de la luna, Yacian: ni llamado, ni escogido Fue el gran pastor de Iberia, el gran BERNARDO, Que de la VEGA tiene el apellido.
A pesar de ello, los dos mozones volvían a cargar sus escopetas. ¿Para qué, Señor? ¿Era posible que quedaran en toda la cordillera ni en todo el mundo sublunar, más osos que los que allí yacían a nuestros pies, entre chicos y grandes, vivos y muertos?
Las plumas de mar yacían flácidas y obscuras, como animales muertos, hasta que absorbiendo el agua, se levantaban transparentes y llenas de hojas. Así iban de un lado á otro, con una ligereza de pluma, ó se clavaban en la arena, emitiendo un brillo fosfórico. Las petimetras del mar, las elegantes medusas, extendían el ruedo flotante de su hermosura frágil.
Fatigados con tanto movimiento y alardes de fuerza, choques y excitaciones vanas, Paco y Joaquín, antes que Edelmira, Obdulia y Visita, dejaron de correr y enredar; y muy serios, con la melancolía del cansancio, se pusieron a contemplar la luna que apareció en el horizonte como una linterna en el campo de batalla de las nubes, que yacían desgarradas por el cielo.
Otras, en cambio, indígenas hasta la pared de enfrente, se caían de puro viejas, y yacían arrinconadas, aunque las demás guardaran consideración a sus arrugas; y las había tan petulantes y presumidas, que despreciaban a las demás mirándolas enfáticamente. Llegaron á la plaza del Estante la ocuparon de punta á punta.
Palabra del Dia
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