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Actualizado: 25 de junio de 2025


Descendía hasta la ribera del mar formando diversos tramos, y á su final, un camino siguiendo el borde de la costa conducía al puerto. La mujer vaciló bajo el arco de entrada. Te advierto dijo amenazando con un dedo á Miguel que si vuelves á las tuyas, pido socorro. ¿Me prometes ser hombre serio?... ¿Palabra?... Bueno; marcha delante: no me fío. El se lanzó por la escalera como un explorador.

Nada, tía; que si por fuera... ¡no me iría yo!... ¿Cuándo vuelves? El domingo.... Pediré licencia. , , ven.... ¡Mira que estoy sola, muy sola!... Dígale usted a Andrés que venga todas las noches.... ¡No dejes de venir el domingo! Aquí estaré. No quise irme sin hablar con Sarmiento. Le hallé en su casa.

Era todo uñas y todo dientes; sacaba las armas del débil; pero con tanta fiereza, que si coge al otro le arranca la piel. Santa Cruz acudió pronto a la defensa. «Te digo que te pateo... si vuelves...». Le levantó como una pluma y le lanzó violentamente donde antes había caído. Era un solar o campo mal labrado, más allá de la última casa.

Pero en aquel instante salió de una de las ventanas de la casa y voló por el aire el sombrero, cayendo enmedio de la carretera, esto es, cerca de los clérigos. Al mismo tiempo una voz ruda dijo, acompañándolo de varias interjecciones: Toma la teja, ladrón. Si vuelves por aquí, te vas sin las orejas. El P. Norberto se apresuró a recogerla del suelo y echó a andar.

Y ¿en qué vas a entretenerte? la preguntó al fin don Alejandro. Por de pronto, en coger florecillas y helechos, que abundan entre estas peñas sombrías. ¡Verás qué guirnaldas y qué ramilletes tan lindos voy a hacer!... Vamos, tu manía. A veces vuelves a casa hecha una varita de san José. Corriente.

Mira, tonta, añadió el otro, que si no haces caso nos vas á dar un disgusto. Baja en un vuelo, y deja eso, que es de la tierra y en la tierra debe quedar. En un momento vas y vuelves, tonta. Yo te espero en esta nubeAl fin Celinina cedió, y bajando, entregó á la tierra su hurto.

Como que nadie te lo ha dicho queriéndote: con esa cara y ese cuerpo que tienes, ¡claro! alguno habrá habido chiflado por ti, pero... no de qué modo expresártelo, no por cariño, como yo... sino... en fin, por lo guapa y por lo mareante que eres, vamos, con hambre de abrazarte... Ya me entiendes... ¡Quita, quita; no me mires así, que me vuelves loco! Y ¿me quieres de otro modo? ¿Yo?

Siglos ha ya que me vees, Fortuna, puesto a tus pies; vuélveme a ser venturoso, que será mi ser dichoso si mi fue tornase a es. No quiero otro gusto o gloria, otra palma o vencimiento, otro triunfo, otra vitoria, sino volver al contento que es pesar en mi memoria. Si me vuelves allá, Fortuna, templado está todo el rigor de mi fuego, y más si este bien es luego, sin esperar más será.

No había comenzado, sino que faltaba poco para que concluyera. ¡Quiá! ¡Qué he de irme! ¿Crees que he venido sólo para esto? Vuelves a ser mía... y hoy te acompaño hasta tu casa. Ni una palabra más. Accedí a oírte, porque supuse que tendrías juicio. Esto se acabó; yo no transigiré nunca con ciertas cosas. Ni yo con perderte.

Aunque tenía mucho gusto en ir a las tertulias de Milagros, la rutina de adular a su marido inspirábale conceptos algo contrarios a la verdad; pero bien se lo pueden perdonar en gracia de los juicios maravillosamente exactos que hacía sobre cosas y personas observadas por ella en los salones de Tellería. «Hijito, si no vuelves, yo no voy más allá.

Palabra del Dia

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