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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Este era su único vicio. ¡Pobrecillo!... De mujeres y de juego, ni señal. Su egoísmo, que le hacía ir bien vestido, mientras la familia andaba harapienta, y su desigualdad en el reparto de los productos del trabajo, compensábalos con iniciativas generosas.

«Además, quería él prepararse para la campaña. Estaba debilucho. Aquel verano en Palomares había hecho una especie de bancarrota de salud. La señora ministra había amado mucho. Estas exageraciones de las mujeres vencidas siempre estaban en razón directa del cuadrado de las distancias. Es decir, que cuanto más lejos estaba una mujer del vicio, más exagerada era cuando llegaba a caer.

Esto que no me lo paso, no me lo paso... Y le he cogido tal miedo, que cuando la veo venir por la calle, se me sube toda la color a la cara, y me voy por otro lado para que no me vea. A mi hermana le ha dicho que me perdona, ¿ves?, y que todavía cuenta hacer algo por . Es que eres atroz... le dijo Fortunata . Si no te quitas ese vicio, vas a parar en mal.

El vicio y la grosería habían puesto una costra en mi corazón... llamémosle garlochín... Jacintilla, no me mires así. Esto que te digo es la pura verdad. Si te miento, que me quede muerto ahora mismo. Todas mis faltas las veo claras esta noche.

Las primeras escenas representan las calaveradas de Leónido, joven libertino de Palermo, que, al parecer, inclinado á la perversión y como si tal fuera su propósito, demuestra querer apurar la copa del vicio.

Gloria de la virtud, pena del vicio Son sus acciones, dando al mundo en ellas De su alto ingenio, y su bondad indicio. En esto estaba, quando por las bellas Ventanas de jazmines y de rosas, Que amor estaba á lo que entiendo en ellas; Divisé seis personas religiosas Al parecer de honroso y grave aspeto, De luengas togas, limpias y pomposas.

Un poco más enjuto y encanecido don Santiago, y menos entregada a su vicio calcetero la indestructible y petrificada doña Ramona.

Por más que disten mucho ciertas personalidades de sernos simpáticas, nos inspiran a lo menos compasión, y al fustigar sin piedad al vicio y al escándalo, nos guardamos muy bien de ensañarnos con persona alguna determinada, a que puede el arrepentimiento haber colocado ya al abrigo de toda censura. ¡Indecente! gritó Leopoldina Pastor . ¿Y tu marido no le ha dado ya una estocada?

Otros, porque el cura no sepa sus defectos y los cele después, no se atreven a confesarlos, mayormente si saben que el cura los persigue por este vicio que en ellos es muy común.

Creo que se puede desafiar á todos los filósofos del mundo, á que señalen en este silogismo una proposicion falsa, ni dudosa, ó indiquen un vicio en la consecuencia, si no quieren ponerse en abierta contradiccion, por una parte con el testimonio de la conciencia, y por otra con todas las leyes de la razon humana.

Palabra del Dia

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