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Actualizado: 14 de mayo de 2025


, señor, contestó el ingeniero. Pues bien, repuse yo, ahí está Horacio Vernet; ahí están los cuadros de Versalles; ahí están aquellas preciosas batallas. Cada una de las renovaciones que ha operado en el mundo la ley cristiana, tiene sus artífices, sus personajes, sus creadores, sus artistas históricos, si así puede decirse.

En una palabra; la pintura de Horacio Vernet, es un arte que llora junto á un muerto; es un arte que llora, y el arte que llora no es el arte gentil, ni protestante, ni revolucionario. El arte gentil rie. El arte protestante disputa. El arte revolucionario quema.

Hable usted con entera confianza, le dije, y á despecho suyo le cogí el sombrero que tenia en la mano, y se lo coloqué en una silla. Despues aproximé mi asiento al suyo, y le exhorté con una mirada de interés y de afecto. Es el caso, dijo animándose nuestro interlocutor, que tengo una viva curiosidad porque usted me explique lo que me dijo ayer en Versalles, sobre la pintura de Horacio Vernet.

Esta poca importancia que yo atribuia á Horacio Vernet y á sus cuadros, debe provenir de que yo ignoro las revoluciones por que el arte ha pasado en la historia; debe provenir de que yo ignoro lo que ha sucedido en el mundo, y deseo vivamente que se tome usted la molestia de explicarme el asunto.

Horacio Vernet es en pintura, lo que San Bernardo en religion, lo que San Agustin en moral, lo que Descartes en filosofía, lo que Bichat en ciencia, lo que Federico de Prusia en política, lo que Guttemberg y Colon en el invento, lo que el Dante en la poesía épica, lo que Petrarca en la poesía lírica, lo que Shakspeare en la dramática, lo que Cervantes en el romance y en la novela, lo que Bellini é Hyden en música, lo que Montgolfier, Vaucauson y Fulton en industria y comercio.

Luis XIV no tenia necesidad de otro monumento que Versalles, para que la fama le festejara con el epíteto de uno de los reyes más galantes que conoce la historia. En este momento sentimos que llaman á la puerta de nuestro cuarto; abro y me doy de cara con un ingeniero español, á quien vi ayer en una de las salas de Horacio Vernet.

Cuando vivia aquel pobre soldado, no tenia tal vez en el mundo ni casa, ni abrigo, ni familia; muerto y abandonado en aquel campo de batalla, Horacio Vernet le ha dado un palacio.

Para Horacio Vernet es el hombre; el hombre muerto en aquel campo de batalla; aquel hombre puesto boca abajo, solo, abandonado de todo el mundo, sin más testigos que una piedra, una mata y el cielo; aquel hombre muerto para la materia, lleno de vida y de verdad para el arte, para la moral y para el dogma; aquel hombre tan lleno de vida y de belleza, que aún estando difunto, que aún siendo cadáver, parece ser el habitador de aquel desierto, el genio imponente de aquella soledad.

Acato la rica erudicion de un Thiers, de un Littré, de un Guizot; acato la vastísima ciencia del eminente Augusto Conte; acato la hechicera literatura de un Chateaubriand, de un De Lamartine, de un Balzac, de una Cotin, de un Víctor Hugo; acato y amo la poesía fácil, ingénua, encantadora del inspirado Beranger; acato el valeroso y fecundo arte, el pincel arrebatador del inmenso Horacio Vernet; acato con profunda veneracion á ese gran hombre, que ha dejado de ser pintor en el mundo para ser monarca de los espléndidos salones de Versalles; acato á ese Horacio Vernet, al humilde y modesto artista, que es más que Luis XIV en las régias salas de aquel opulento y maravilloso palacio; acato á esos genios de la Francia; no es mi ánimo negar que la Francia tenga sus genios; pero estúdiese aquí el organismo que el arte tiene; estúdiense con detencion y con cuidado sus manifestaciones generales, las manifestaciones del pueblo francés, y no podrá menos de llegarse á la conviccion más completa de la rigorosa exactitud de nuestros retratos.

Reservabas, sin embargo, tus mejores dones para los últimos días, y el 28 dijiste á la humanidad: «Ahí tienes á Rousseau» . En un solo día, el 29, ¡fecundidad asombrosa! hiciste tres obras maestras, que se llamaron: Rubens , Leopardi y Bastiat . El mundo insaciable pedía más, y el 30 le otorgaste un Emperador, Pedro el Grande , y un artista, Horacio Vernet .

Palabra del Dia

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