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Actualizado: 6 de junio de 2025


Pasaban y venían otras, y después otras que parecían las de antes, que habían dado la vuelta al mundo para desgarrarse en Corfín otra vez.

CAP. IX. En que trata cómo Inca Yupanqui, despues de haber desbaratado y muerto á Uscovilca, tomó sus vestidos y ensinias de Señor que traia, é los demás capitanes prisioneros que habia traido, y las llevó á su padre Viracocha Inca, y las cosas que pasó con su padre, é cómo ordenó el padre de lo matar, y cómo se volvió Inca Yupanqui á la ciudad del Cuzco; é cómo desde cierto tiempo murió Viracocha Inca, y de las cosas que entre ellos pasaron en este medio tiempo; é de una costumbre que estos Señores tenian en honrar los capitanes que de la guerra venian victoriosos.

Algunos salían al campo para ocultar su emoción, en la que había algo de miedo. ¡Cristo! ¡Y así morían las personas! ¡Tanto costaba perder la vida!... Y la certeza de que todos habían de pasar por el terrible trance con sus contorsiones y estremecimientos, les hacía considerar como tolerable y dichosa la vida de trabajo que venían arrastrando.

Era natural, por tanto, diremos nosotros, que la compraventa de esclavos fuese «un negocio» tan importante como lo era la de los productos que venían de las Indias ó los de la tierra, que hubiese mercaderes, tratantes y corredores que en ella se ocupasen.

Luego venían algunos retratos de pie, del capitán Laroque, que naturalmente atrajeron mi especial atención.

Después de María Jesús, que solía llegar la primera, venían a la casa otras chicas y chicos de la misma edad. Entonces yo me sumía en el mutismo; ¿para qué hablar, si por cada palabra mía ellos soltaban diez o doce?

Marchaba cantando, y mientras cantaba iba recordando y mientras recordaba iba soñando despierto. Antes de llegar á Rivota, en un recodo del camino sombrío y temeroso oyó una voz que gritó: ¡Alto! Y á pocos pasos delante de distinguió los bultos de unos cuantos mozos que sin duda venían de la lumbrada del Otero. ¿Quién me da el alto? preguntó con arrogancia el joven.

Por los callejones transversales, obscuros y solitarios, venían bocanadas de brisa primaveral cargada de perfumes de jardín, de olor de naranjo, de aroma de las flores alineadas en tiestos tras rejas y balcones. Blanqueaba el azul del cielo con la caricia de la luna, que se desperezaba sobre el plumón de las nubes, avanzando el rostro entre dos aleros.

Ya empezaba á sentirse la consternacion que causaban los indios, que habian entrado en la villa en el espacio de 6 horas, cuyo número pasaba de 4,000, convocados por D. Jacinto Rodriguez y sus parciales: uno de ellos dijo al tiempo de entrar los de Pária, que venian de paz, pues el dia antes habian salido 25 sugetos para detenerlos y estorbar su venida, porque no eran ya necesarios, cuando se habia conseguido el triunfo deseado.

Le venían ganas atroces de gritar a los oradores: «¡Burros, pollinoscomo acostumbraba a hacer en el Saloncillo, o de fulminar contra ellos uno de esos sarcasmos feroces que levantan roncha. «Aquellas payasadas» le habían revuelto la bilis. No era milagro. Ya conocemos la gran virtud de segregación que el hígado del ex marino poseía.

Palabra del Dia

rigoleto

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