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Actualizado: 20 de julio de 2025
Abaris montó en su flecha y se fue de Jerusalén hecho un veneno. A fin de vengarse del desdén de Abisag, ya que no en ella, en otras mujeres, se convirtió en seductor desaforado, en el D. Juan Tenorio o Lovelace de aquel siglo. Los medios de que disponía eran enormes.
Sin embargo, cada cual es libre de hacer lo que quiera y puede deponer las armas y volver a su aldea; pero los que quieran vengarse ¡que se unan a nosotros!: con nosotros partirán el último pedazo de pan y agotarán el último cartucho. El anciano almadiero Colon se levantó, y dijo: Hullin, todos estamos contigo; hemos comenzado juntos a batirnos y juntos terminaremos.
Mas el sosiego de éste era aparente, y sólo para vengarse del de don Segis. En realidad, su herida manaba sangre todavía. Así, que no tardó en realizarse la conciliación, poniéndose ambos con inusitado ardor a quitar el pellejo a todos y a cada uno de los que escribían en el «papelucho de don Rosendo», principiando por éste, su ilustre fundador, y concluyendo por el dueño de la imprenta.
Luego ya no silbaron más piedras. Algunos amigos del Cantó se lo llevaban casi a rastras en la obscuridad. Oyéronse sus gritos a lo lejos: profería amenazas, juraba vengarse... «¡Mataría al forastero! ¡
Pero ella, tan animosa y enérgica dentro de su casa, tenía que retirarse bufando de coraje o llorando apenas se asomaba a la puerta. Todas las mujeres de las Claverías querían vengarse de su antigua servidumbre, puestas ya en la pendiente del desacato. Miradla gritaba la zapatera a sus vecinas . Siempre tan compuesta la tía fea.
Don Sancho, después de matar á su padre, ha de vengarse en seguida de Don Bermudo y sostener en lid solemne contra todos, que el impostor que se presentó al principio como Rey, y que después se creyó ser Nuño Aulaga, no era su verdadero padre, porque éste había muerto en Palestina largo tiempo antes.
Doña Paula entraba, salía, hablaba de todo, observaba todos los gestos de su hijo, aquella palidez, aquella voz ronca, aquel temblor de manos, aquel ir y venir por el despacho. «¡Qué no hubiera dado ella por insinuarle el modo de vengarse!
Le daba ira encontrarse tan filósofo, pero no podía otra cosa. Comprendía que aquellas meditaciones le alejaban de su venganza, que en el fondo del alma él no quería ya vengarse, quería castigar como un juez recto y salvar su honor, nada más. Y esto mismo le irritaba.
A veces se me ocurría la idea de marcharme al barco y encerrarme allí; pero me parecía vergonzoso. Por la mañana, después de una noche de insomnio, me decidí a seguir la aventura. Estaba convencido de que en el fondo no tenía cariño por Dolores; de que, probablemente, ella tampoco me quería; que obraba por vengarse; pero no importaba; había que ir hasta el fin. Al día siguiente nos vimos.
Además tenía la fea costumbre de servirse primero siempre y servirse lo mejor. No pocas veces le quedó sólo al paisano la salsa y algunas patatas del escaso guisado de carne que doña Mónica les ofrecía. Barragán era hombre sobrio y no se enfadaba demasiado por estas impertinencias. Solía vengarse de ellas en el queso, con harto sentimiento de aquella señora.
Palabra del Dia
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