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Actualizado: 11 de julio de 2025
Ya del carro de la vida Los corceles fatigados Caen al suelo postrados Con anheloso estertor; Y ya el genio de la muerte Gira en torno á mi cabeza, Cual ave que de su presa Va volando en derredor. Como el náufrago se abraza De las astillas flotantes, De las horas vacilantes Me abrazo con ansiedad; Pero en vano, que la urna De mis años, agotada, Sobre el abismo inclinada Se vé, de la eternidad.
Y eligiendo dos o tres de las más animosas, mandoles que arrancasen una de las desiguales y vacilantes piedras de la calzada, que se movían como dientes de viejo en sus alveolos, y, alzándola lo mejor posible, la condujesen ante la puerta que les acababan de cerrar en sus mismas narices.
Don Santos había sido siempre un buen católico; es más, de la Iglesia vivía, pues su comercio era de objetos del culto. Pero desde que el monopolio mal disfrazado de competencia de «La Cruz Roja» había empezado a labrar su ruina, iba sintiendo cada día más vacilante el alcázar de su fe... y más vacilantes las piernas.
Y cuando no se oyeron ni los pasos ni la voz del tío, y el joven se vió solo, frente al río que arrastraba sus aguas negras, en medio de la obscuridad, con rumor siniestro, desprendió el chaleco, abrió la camisa, y sobre la piel que despedía el dulce calor de la vida, colocó la boca del arma, en el sitio en que sus dedos vacilantes, sintieron agitarse más el corazón... Salió el tiro, la sangre tibia brotó mansamente y Quilito experimentó un escozor vivísimo... pero la vida no quería soltar su presa, porque él veía, pensaba, sentía aún.
María la fausta nueva; pero no permitió D. Paco que nadie sino él en persona se encargase de tan dulce comisión, y con sus piernas vacilantes corrió hasta entrar en la casa, diciendo con desaforados gritos: «¡Ya pareció, ya pareció!» Cuando nosotros llegamos con el joven, todos salieron a recibirle, excepto Amaranta, a quien un fuerte dolor de cabeza retenía en su cuarto.
La mortal palidez de su rostro era tal, que apenas semejaba éste el de un hombre vivo; ni el que marchaba con pasos tan vacilantes como si fuera á desplomarse á cada momento, sin hacerlo sin embargo, apenas podía tampoco tomarse por un ser viviente. Uno de sus hermanos eclesiásticos, el venerable Juan Wilson, observando el estado en que se hallaba el Sr.
El capataz afirmaba, con cierto orgullo, que su ahijado tenía carne de perro. A otro lo hubiesen hecho polvo con un balazo así: ¡pero, balitas a él, que era el mozo más valiente del campo de Jerez!... Cuando el herido abandonó la cama, acompañábale María de la Luz en sus vacilantes paseos por la explanada y los senderos inmediatos.
La primera que se levantó de la mesa fué la muger del magistrado, que se encerró en un gabinete inmediato para conferenciar con su director de almas, hombre eloqüentísimo, que con tal energía hubo de discurrir con ella, que volvió abochornado el rostro, humedecidos los ojos, la voz trémula, y los pasos vacilantes. Babuco entónces se empezó á rezelar de que tenia razon el genio Ituriel.
Entremos dice con voz sorda. Ella alza la cabeza y apoya los brazos en el suelo; pero, cuando él quiere levantarla, lanza un grito agudo. ¡No me toques! Por dos o tres veces trata de ponerse en pie; sus piernas se doblan. Entonces tiende los brazos sin decir palabra, y se deja levantar por él, que sostiene sus pasos vacilantes a través del patio del molino.
Las hojas amarillentas de los árboles, lavadas por la lluvia, brillan como monedas de oro; mil arroyuelos serpean vacilantes por la falda de la colina y van a depositar sus aguas en la llanura, que se dilata verde y mojada con suaves ondulaciones. Una franja más oscura señala el cauce del Lora, que se oculta misterioso bajo sus mimbreras y espesas filas de alisos.
Palabra del Dia
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