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Un jefe ostentando en una manga el brazal distintivo de la Administración militar daba órdenes como si fuese el propietario. Ni se dignó fijar sus ojos en este civil que marchaba al lado de un teniente con encogimiento de prisionero. Los establos estaban vacíos. Desnoyers vió sus últimas vacas que salían conducidas á palos por los pastores con casco.

Tres había vacíos en el suelo, cerca de la dama, cada vez más purpúrea y más movediza de ropas, acogiendo con grandes risotadas las hazañas toreras de su compañero.

Por incompletos que sean estos diversos términos de comparacion en el estado actual de la ciencia, hemos creido conveniente esponerlos, no sin deplorar los vacíos de la materia médica y las vanas discusiones de la prensa y sus folletines. § III. Síntomas característicos.

Los teatros funcionaban con los palcos vacíos, sin que á ellos asomara una mujer: las fiestas del verano eran el único esparcimiento anual para todas ellas.

El encuentro de aquel hombre en aquellas circunstancias habíale inspirado un terror muy parecido al que sintió meses antes, al ver vacíos en el álbum del tío Frasquito los huecos ocupados en otro tiempo por los tres sellos. ¿Qué vendría a buscar aquel pajarraco en la corte? ¿Tendría que ver algo su venida con el asunto de los masones? ¿Habría acaso en todo aquello algo más que una estúpida broma?

Vivía así con ellos, mientras mis días se sucedían vacíos y sin gozo, como los anillos de una cadena sin fin. En el curso del tercer año, Marta me confió que el deseo más ardiente de Roberto iba a realizarse, que la plegaria que tan a menudo ella había rezado en el silencio de la noche, había sido oída: se sentía madre.

Oye, Diego dijo el barón parándose repentinamente. ¿No te parece que antes de seguir bebamos una copita por el alma de nuestros mayores? Asintió el fraile de buen grado; pero las copas yacían rotas por el suelo y los tarros vacíos. El barón abrió un armario y sacó de él nuevos elementos de vida espiritual.

-Eso me semeja -respondió el cabrero- a lo que se lee en los libros de caballeros andantes, que hacían todo eso que de este hombre vuestra merced dice; puesto que para tengo, o que vuestra merced se burla, o que este gentil hombre debe de tener vacíos los aposentos de la cabeza.

Por el camino de Cádiz a la Isla no cesaba el paso de diversa gente, en coche y a pie; y en la plaza de San Juan de Dios los caleseros gritaban, llamando viajeros: ¡A las Cortes, a las Cortes! Parecía aquello preliminar de función de toros. Las clases todas de la sociedad concurrían a la fiesta, y los antiguos baúles de la casa del rico y del pobre habíanse quedado casi vacíos.

Los poquísimos carruajes que pasaban vacíos eran asaltados rabiosamente por los proscriptos de los portales, quedándose con ellos, como sucede en todo lo demás, los más osados.