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A la izquierda, cerca del muro, el viejo tamiz para la harina; después el triturador y la muela donde se mezcla el salvado a la harina; después la muela mondadora, que separa la cebada de su cáscara, y finalmente un cilindro de sistema completamente nuevo, que durante su ausencia se ha agregado a los otros. Hay también un tornillo sin fin y un tubo ascensor, como lo requiere la moda.

Sentíanse alegres, libres de preocupación, y en consecuencia disponíanse a ir a la chacra tras el peón, cuando oyeron a míster Jones que gritaba a éste, lejos ya, pidiéndole el tornillo. No había tornillo: el almacén estaba cerrado, el encargado dormía, etc. Míster Jones, sin replicar, descolgó su casco y salió él mismo en busca del utensilio.

Resistía el sol como un peón, y el paseo era maravilloso contra su mal humor. Los perros le acompañaron, pero se detuvieron a la sombra del primer algarrobo; hacía demasiado calor. Desde allí, firmes en las patas, el ceño contraído y atento, lo veían alejarse. Al fin el temor a la soledad pudo más, y con agobiado trote siguieron tras él. Míster Jones obtuvo su tornillo y volvió.

Isidro admiraba la paciencia de algunos rebuscadores, que, necesitando un tornillo o un clavo igual al que llevaban en la mano, iban toda la mañana de puesto en puesto, sin fatigarse, removiendo montones de hierro.

Fui; llegamos a su posada, y dijo: «Ea, quite la capa vuacé, y parezca hombre, que verá esta noche todos los buenos hijos de Jevilla. Y porque no lo tengan por maricón, ahaje ese cuello y agobie de espaldas; la capa caída, que siempre nosotros andamos de capa caída; ese hocico, de tornillo, gestos a un lado y a otro; y haga vucé de las j, h, y de las h, j.

Pues no lo , Butrón, y me tiene esto muy perpleja... Porque Damián me ha traído varias cartas que le han llegado por el correo y no dónde enviárselas... ¡Si falta en esa cabeza algún tornillo!... Preciso será esperar a que escriba de nuevo, y te encargo mucho que en cuanto recibas sus señas me las envíes de seguida.

Martín llegó a convencerse de que la buena señora tenía una imposibilidad irreductible para enterarse de la cosas. Lo veía todo a su gusto y se convencía de que los hechos era como se los había pintado su fantasía. Si de la madre cualquiera hubiese dicho que le faltaba un tornillo, no podía decirse lo mismo de su hija.