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Es la primera la de que España, cuando la conquista muslímica, tenía su ciencia propia, de la que dan testimonio clarísimo no pocos escritores y sabios, descollando entre todos San Isidoro de Sevilla, y que esta ciencia, á pesar de las persecuciones y tiranías de los conquistadores, continuó luciendo entre los muzárabes ó pueblo cristiano vencido, y dió altas muestras de en el abad Sansón, en San Eulogio y en Alvaro de Córdoba.

De cuantas crueldades y tiranías y de cuantas muestras de grosero, torcido y falso celo religioso hizo y dió entonces un partido fanático por el afán de extinguir en España la civilización moderna y de retroceder á una edad de ignorancia y barbarie, que jamás existió y fué completamente soñada, más culpa que dicho partido fanático y servil tuvieron la Santa Alianza, los franceses que ejecutaron sus órdenes y casi toda Europa, abrumando con su peso al pueblo español y desatando las manos de Fernando VII para que, en premio de haber peleado por su trono, cargase á este pueblo de cadenas.

El miedo fue el secreto resorte de las tiranías; el miedo fue el resultado de las supersticiones religiosas de la Sociedad Colonial, encarrilada en la obediencia habitual por el miedo crónico o consuetudinario a gobernantes de derecho divino, consagrados por el tiempo y por la Iglesia, que cesaron de improviso por la revolución y fueron reemplazados por directores accidentales que se aprovecharon del antiguo espíritu supersticioso.

Jesucristo fué artista y redimió a Israel; y aquel inolvidable mesías filipino era un sublime artista y un redentor también. Con la unción de su verbo fundó aquí su reinado, el genial superhombre, varón de Nazareth; y Rizal con su pluma, demolió tiranías y liberó a su pueblo del hispano poder.

Sus datos consoladores, sus riquísimos anales, que componen el verdadero libro historial de la Suiza, manifiestan la apremiante necesidad en que se encuentran los demas gobiernos de Europa de difundir y propagar la instruccion, sin la cual los pueblos no pueden ser libres, sin la cual los pueblos no prosperan, sin la cual no hay vida posible: porque el embrutecimiento del pueblo es la razon de ser de las tiranías, es el apoyo de los despotismos.

Pocos días estuvo en Villabermeja. Se fué antes de que su licencia se cumpliese. El rey Carlos III, después de la triste paz de París, á que le llevó el desastroso Pacto de familia, trató de mejorar por todas partes la administración de sus vastísimos Estados. En América era donde había más abusos, escándalos, inmoralidad, tiranías y dilapidaciones.

La cabrita mansa y asustadiza que correteaba perseguida por él, y le miraba con ojos tristes en sus días de alejamiento, era una mujer con toda la firmeza imperiosa y la superioridad dominante de las hembras de los países meridionales. La limpieza y el ahorro tomaban en ella el carácter de intolerables tiranías.

Tal fue el origen, y tal el carácter de nuestras tiranías y de nuestras insurrecciones implacables: matar o morir en la contienda.